Cáncer, mi bendición

Acciones: Certamen Literario

El mundo siempre ha dicho “No hay mal que por bien no venga”; pero yo prefiero la versión de mi padre “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.”

El año pasado me salió un pequeño bulto en el seno derecho. En ese tiempo estábamos en cuarentena y los centros médicos solo atendían emergencias por covid; así que no podía realizarme un examen de diagnóstico.

Pasado dos meses, el bulto se veía más grande y había empezado a darme punzadas en la zona. Como para ese entonces ya habían abierto algunos centros de salud, visité muchos doctores; pero cada doctor tenía un diagnóstico y tratamiento diferente.

Hasta que acudí a una mastóloga oncóloga, quien al momento de revisarme, me dijo “esto tiene pinta de ser cáncer de mama”. Recuerdo que había ido acompañada de mi mamá, y cuando escuchamos sobre su sospecha, le solicitamos que me hiciera una biopsia en ese mismo momento. Ambas pensamos que si se trataba de un cáncer, teníamos que apurarnos, porque el cáncer no espera.

Y así fue, ese día me tomaron la biopsia y a la semana entrante, la doctora me mandó un mensaje diciendo que ya tenía mis resultados y que necesitaba verme. Fuimos a recoger los resultados y ya en el consultorio, la escuché decir “Lo siento, tienes cáncer”.

Después del diagnóstico, la Doctora comenzó a decir muchas cosas sobre los pasos que teníamos que dar en adelante; pero yo solo escuchaba lo mismo una y otra vez “tienes cáncer”, “tienes cáncer”…

Nueve meses antes, había perdido a mi hermano mayor, a mi papá y a mi abuela. Los tres fallecieron en un mismo mes por Covid y aún no había asimilado sus partidas. Es así, que en menos de un año de pasar por el peor dolor que había experimentado en mi vida, me estaban dando un diagnóstico que se relaciona directamente con la muerte.

No, no podía llorar; mamá estaba a mi lado. Ella había perdido más que yo. Yo tenía que ser fuerte.

La Doctora seguía dando sus indicaciones y yo estaba parada pensando en que tal vez todo esto era una terrible pesadilla. Mamá seguía sentada hablando con la doctora; pero yo no podía escuchar la conversación porque los malos pensamientos me abrumaban. Hasta que unos papeles llegaron a mis manos y entendí que tenía que iniciar los trámites para el tratamiento; ya saben, el centro de salud pública está lleno de trámites. Mamá quería pararse para ir por ello; pero no podía permitirlo porque ella sufría de hemorragias; así que tomé los documentos y me empecé mi enfrentamiento a lo desconocido.

Para iniciar el trámite me hicieron una serie de preguntas, me preguntaron si fumaba, si bebía alcohol, si tenía tatuajes, si tomaba pastillas anticonceptivas o si tenía algún familiar con cáncer y a todas estas respuestas respondí que no. Luego les comenté que yo era deportista,que había cuidado mucho mi alimentación, que no solía comer muchas grasas, ni azúcares y les conté más detalles de la disciplina que tenía con mi vida.

Terminada la encuesta, me dijeron que yo era muy joven como para tener cáncer y que posiblemente la causa sería por un desequilibrio hormonal. Me indicaron también que ante un tipo de cáncer hormonal tendrían que aplicar quimioterapias, radioterapias, cirugía a la mama, tratamiento hormonal y por último una extirpación de los ovarios. Aún no había terminado de superar mi duelo y la noticia del cáncer; y en ese momento me estaban diciendo que me quitarían los ovarios. Eso significaba que no iba a tener hijos. Desde ya, me habían mencionado que las quimioterapias me podían dejar estéril, pero la poca esperanza de que un milagro pasara, me la estaban quitando al decirme que me quitarían los ovarios. La noticia de todo lo que se venía, me aturdía mucho y yo solo quería encontrar una solución a todo esto. Quería que todo pasara lo más rápido posible.

Un día antes de mi primera quimioterapia, hice que mi hermano me cortara el cabello hasta los hombros, nos estábamos divirtiendo. Yo siempre había tenido una cabellera larga y frondosa, y creo que esta se había hecho parte de mi identidad; pero tenía que renunciar a ella antes que se me empezara a caer por las quimioterapias. El corte de pelo fue divertido; nunca me había visto con el cabello tan corto.

Con mi hermano nos reímos mucho, pero recuerdo que mamá lloraba; creo que ella ya estaba procesando la noticia en ese momento.

Llegada la quimioterapia, las primeras dos horas me sentía muy bien; pero luego me comenzaron a dar náuseas y mucho sueño. Cuando llegué a casa me eché a descansar, pero lo peor vino cuando desperté. Vomité todo lo que había comido, mi estómago se quedó sin comida y mi cuerpo quería seguir vomitando. Tenía dolor de cabeza, estaba mareada, tenía una acidez estomacal que parecía una cocina con poca agua hirviendo. No tenía fuerzas, solo estaba en cama y cada vez que quería ir al baño, mi hermana y mi mamá me tenían que arrastrar. Estuve muchos días estreñida, no podía comer ni beber agua, tampoco podía dormir por el terrible dolor de cabeza que sentía y cuando me arrecostaban en la cama, mi almohada se llenaba de saliva que salía exageradamente de mi boca.

En ese tiempo pensé que era mejor descansar para siempre, que estar soportando todo ese dolor; pero mi mamá y mi hermana, como si leyeran mi mente, me decían “todo esto va a pasar, esto no es para siempre”. Estuve tres días seguidos así. Luego, recobré la razón y me di cuenta de que estaba en un lugar diferente.

Nos habíamos mudado y yo no me había dado cuenta. En ese momento reaccioné y me pregunté ¿Dónde estoy? ¿Papá? ¿Richard? ¿Dónde están? Luego de eso, me di cuenta de que estaba con las consecuencias de la quimioterapia y sintiendo la ausencia de mi padre y mi hermano, por primera vez lloré.

Estuve cinco días más vomitando todo lo que comía y bebía hasta el punto que me tuvieron que llevar de emergencia por deshidratación severa. El tener las venas muy delgadas no facilitaba mucho el proceso, así que me tuvieron que pinchar por diferentes partes con muchos intentos fallidos. Sí, fue horrible; pero dentro de todo recordé algo que Dios me había dicho de forma directa “Un día a la vez”. Él no quería que yo me afanara por el futuro, ni por el tiempo que tendría que soportar el tratamiento. Él quería que yo viviera un día a la vez y que depositara toda mi confianza en Él.

En la segunda semana, me empecé a sentir mejor y la fecha de la segunda quimioterapia se iba acercando. Para ese tiempo recibí la visita de un amigo que vivía en Washington, que había decidido visitarme por primera vez. Él me dijo que Dios lo había enviado y me mostró un versículo que había respondido sus oraciones “La religión pura y sin mancha delante de Dios, nuestro Padre es esta: atender a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y conservarse limpio de la corrupción del mundo.” (Santiago 1:27) En ese momento recién me di cuenta de que era huérfana de padre y que mi madre, huérfana también, se había convertido en viuda. Mi amigo había venido a acompañarnos a pasar la Navidad, ya que iba a ser la primera navidad sin nuestra familia completa.

Mi segunda quimioterapia estaba programada para un 23 de diciembre, pero justo para esa fecha, las medicinas oncológicas se acabaron. Estábamos preocupados, pero a la vez un poco felices de saber que iba a pasar la navidad sin efectos de quimioterapia. Llegó el 23 y fui a darme un baño de rutina, pero esta vez, al salir, me di cuenta de que mi cabello estaba por todas partes. Respiré y pensé “ya empezó”. Ya sabía que esto iba a pasar, solo era cuestión de tiempo. Pero ese día era navidad, así que tenía que esforzarme por disfrutar. Fui a mi cuarto a cambiarme y al retirar la toalla de mi cabeza vi que muchos mechones de cabello estaban por todos lados. Podía ver mi cuero cabelludo en toda la parte de delante de mi cabeza. Mi amigo estaba en la sala y yo estaba muy avergonzada por lo que me estaba pasando; así que llamé a mamá y ella trató de ayudarme. Con paciencia trató de cubrir los vacíos de mi cabello, pero era en vano, no sé podían disimular. Ambas nos abrazamos y lloramos en ese momento. Luego me corté un poco más el cabello y salí sonriendo a la sala.

La hora iba pasando, llegaron mis hermanos a casa con la cena navideña y notaron que había algo extraño en mí, les contamos lo que había pasado y todos juntos lloramos. Luego de eso, haciendo nuestro mejor esfuerzo, disfrutamos de una Navidad diferente, sin papá, sin Richard, pero con un corazón agradecido a Dios de aún tenernos en esta vida para disfrutarnos.

Los días pasaron y seguimos visitando el hospital diariamente. Íbamos a diferentes farmacias y clínicas y no encontrábamos las medicinas que necesitaba para mi quimioterapia. Mi amigo, que también nos acompañaba, cada vez se sentía más frustrado. La fecha de su viaje de regreso ya estaba cerca, así que me plantó una alternativa y me dijo que podíamos ver una opción de atenderme en su país, para que mi tratamiento se lleve de manera continua

Esta opción sonaba muy irreal, pero razonablemente no tenía otra esperanza de continuar con el tratamiento. Mientras yo lo procesaba con una opción, él hizo todos los trámites necesarios para programarme una cita con la embajada y obtener la visa americana. Pasó un mes, y yo seguía con los dolores en el pecho. Luego nos volvimos a contagiar de covid y cuando estaba internada por el virus, me llamaron de la embajada para una entrevista que sería al día siguiente. Hablamos con los doctores para que me dejaran salir, pero esa opción no estaba en sus políticas internas; ya que si bien había pasado la etapa de contagio de covid, aún no sabían cómo iba a reaccionar mi cuerpo por ser una paciente oncológica. Pero a la vez, tomaron en consideración que era una gran oportunidad para que yo pudiera continuar con mi tratamiento. Así que organizaron una junta de médicos apresurada y me dieron la opción de un alta voluntaria. Ese día hicimos muchos trámites de forma rápida, pues tenía que presentar una serie de requisitos en la embajada y solo contaba con unas cuantas horas.

Gracias a Dios, todo el trámite no fue en vano, pues obtuve la VISA; y fue cuando nos dimos cuenta de que no podía viajar sola, así que hicimos los mismos trámites con mi hermana y también obtuvo su VISA. Al principio creímos que nuestros trámites se habían dado de forma ordinaria y razonable; pero luego muchas personas nos contaron que llevaban años tratando de obtener la VISA y que no era fácil, siendo que aun cuando se trataba de VISAS de emergencia. Así que nos dimos cuenta de que todos los trámites habían sido un milagro más en nuestras vidas.

Cuando fui al hospital para retirar mi historial médico, la farmacia seguía informando sobre la falta de medicina oncológica. En una de mis citas, recuerdo que los doctores me dijeron que el cáncer había crecido más del doble de su tamaño y que debían programarme una cita de emergencia; así que al día siguiente me hicieron una quimioterapia más. El viaje ya estaba programado, así que no podíamos esperar que los efectos de la quimioterapia se desvanecieran. Todo el trascurso del viaje fue como un sueño, no me encontraba con todos mis sentidos, y tuve algunas descompensaciones en el camino; pero gracias a Dios, pudimos llegar a los Estados Unidos.

Mi amigo, quien ahora es mi esposo, siempre estuvo manejando todos los trámites de mi tratamiento y los permisos legales; y mihermana, mientras se mantenía cuidándome, tuvo que mantener su trabajo remoto para seguir sosteniendo económicamente a la familia.

Ya ha pasado más de año desde que empecé este proceso, y ¿saben? Las consecuencias de las quimioterapias no desaparecen por estar en otro país. Me cortaron la mama derecha porque algunas de las quimioterapias que me administraron no surtieron efecto como se esperaba; me programaron una cirugía de emergencia, porque el cáncer había crecido muy rápidamente. En todo mi tratamiento he tenido muchos problemas de infecciones y me he mantenido en una lucha constante por mantener mis defensas en un nivel que pueda hacer posible soportar una quimioterapia más. Muchas veces me he sentido triste, puesto que me encontraba lejos de mi familia, en un lugar desconocido y con un idioma que no entendía. Y como toda consecuencia de un buen tratamiento, hemos tenido muchos problemas económicos y aún seguimos manteniendo deudas.

Pero dentro de todo, si hay algo que puedo afirmar y estar segura, es que Dios nunca me ha dejado, Él se ha mantenido fiel en este proceso, y la confianza que tengo hacia él se ha fortalecido aún más. Cuando me diagnosticaron cáncer, pasó lo que creo que comúnmente pasa, asocié el cáncer con la muerte. No entendía cómo mi vida pudo dar un giro de un momento a otro. Pero cuando te das cuenta de que estás cercadela muerte, es recién cuando asimilas verdaderamente que no tenemos una vida eterna en este mundo, es recién cuando te das cuenta de que quieres que Dios te regale más días para continuar con el propósito que tenías, es recién cuando te das cuenta de que podrías negociar una mutilación por conservar tu vida, es recién cuando te das cuenta de que los complejos y problemas superficiales no tienen sentido. Cuando ves la muerte de cerca, es cuando por fin valoras cada milagroso segundo en esta tierra.

Pero no, cáncer no necesariamente significa muerte. El cáncer muchas veces es un gran desafío en nuestras vidas y muchas veces tiene solución cuando lo tratamos a tiempo. Así que sentir la muerte cerca y que en realidad esté lejos de nosotros, es una gran bendición. No todas las personas tienen el privilegio de valorizar más la vida que nosotros. Cuando no podemos comer por las náuseas y vómitos, es recién cuando valorizamos todo el tiempo que tuvimos un hermoso cuerpo cumpliendo sus funciones adecuadas. A veces creemos que tenemos demasiados problemas y que la vida es injusta; pero cuando una enfermedad llega a tu vida, te das cuenta de que en realidad habías tenido uno de los tesoros más importantes y no lo sabías. Lo que aprendí de todo este proceso es ”Agradecer”. El tratamiento del cáncer es una montaña rusa, pero así estemos abajo o arriba, agradecer nos ayuda a estabilizarnos.

He agradecido a Dios por todo este proceso, porque Él me dio esperanza en medio de la incertidumbre. Él se mantuvo fiel y constante en todo este tiempo difícil. Ahora que el cáncer se fue de mi cuerpo, sé que tengo un propósito aún mayor. Y uno de ellos, es gritarle al mundo que Dios ha sido fiel, que Dios me sanó. Él me movió de Perú y me llevó a un lugar desconocido para salvarme, Él me ha bendecido con un matrimonio en medio de la etapa más escasa de belleza física. Él me dijo “He aquí que yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad.” Y Él lo cumplió. Alabado sea Jehová.

Giselle Rosmery Vilca Sagastegui