El poder de las mujeres

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Fotos: Nadia Ferroukhi(link is external)
Texto: Katerina Markelova

 

En 2009, Nadia Ferroukhi viajó a Kenya para hacer un fotorreportaje. En una parada que hizo su autobús en plena sabana, esta periodista gráfica argelino-checa, reconoció a Mohamed, el guía de un equipo de televisión que había filmado un documental sobre Umoja, una aldea prohibida a los hombres. Cercana al Monte Kenya y situada a unos 300 km de Nairobi, esta localidad la fundaron en 1991 mujeres de la etnia samburu para albergar a las que se habían divorciado de sus maridos o habían sido repudiadas y maltratadas por ellos. Al ver un documental tan insólito, a Nadia le picó la curiosidad hasta tal extremo que decidió ir a su vez a Umoja tras las huellas de esas mujeres que habían roto con su medio social de origen.

Nadia se había criado con una hermana militante feminista y desde mucho tiempo atrás se interesaba por las mujeres con poder que desempeñan una función importante en sus comunidades. “Por mi condición de mujer –dice– me interesa naturalmente saber qué suerte corren mis congéneres y, como fotógrafa, sé que con imágenes puedo mostrar parte de sus vivencias”.

Tras su encuentro inesperado con Mohammed, este aceptó ser su guía para presentarla a las mujeres de Umoja. Sin embargo, el contacto con ellas fracasó. Rebecca, la jefa de aldea convertida en una especie de atracción turística debido a la incesante presión de los medios informativos, puso como condición a la fotoperiodista que hiciera su trabajo solamente a determinadas horas y durante tres días como máximo, pidiéndole además una compensación monetaria. “Cuando una es fotógrafa –explica Nadia– es muy importante estar presente en un lugar el mayor tiempo posible para hacerse olvidar de la gente y poder captar la luz y el instante adecuados. No se puede trabajar con horarios como los de una oficina”. Por eso se negó a aceptar las condiciones impuestas.

Su guía la condujo entonces a Tumai, otra aldea de mujeres fundada por Chili, una exresidente de Umoja. “Allí –relata Nadia– me recibieron a cuerpo de reina, con danzas y todo. Era la primera vez que una periodista gráfica hacía un reportaje en esa aldea”.

Las habitantes de Tumai viven en régimen de autarquía total. Estas “leonas de la sabana”, como las llaman en la comarca con una pizca de ironía y mucho respeto, se dedican solas a criar cabras, ejecutar rituales sagrados y realizar faenas que suelen ser exclusivamente masculinas, como construir cabañas y cazar. Las mutilaciones genitales están proscritas y todas las decisiones importantes se adoptan por mayoría de votos.

Toda mujer que quiera vivir en la aldea tiene que haberse divorciado. Aunque se admite en ella la presencia de muchachos, cuando cumplen los 16 años de edad tienen que irse a vivir fuera.

Siguiendo los ejemplos de Umoja y Tumai, en Kenya se han creado otras aldeas donde, como dice Nadia, “las condiciones de vida son difíciles, pero ese es el precio a pagar por la libertad”. La fotoperiodista viajó después a otros nueve países que cuentan también con comunidades donde las mujeres desempeñan funciones esenciales en el plano socioeconómico, e incluso en el político.

Ese periplo, unido a sus lecturas y sobre todo a la amistad que mantuvo con la antropóloga y feminista francesa Françoise Héritier, fallecida en 2017, condujeron a Nadia Ferroukhi a focalizarse en el controvertido tema del matriarcado. De ese interés ha sido fruto la serie de fotografías agrupadas bajo el título “En el nombre de la madre”.

Tal y como se describen en la obra Las sociedades matriarcales – Investigaciones sobre culturas indígenas del mundo de la profesora alemana Heide Goettner-Abendroth, estas comunidades sociales practican todas una igualdad real entre los sexos. Son horizontales y no están jerarquizadas, se caracterizan por ser esencialmente agrarias y algunas de ellas perduran desde hace siglos. El parentesco de los hijos se establece en función de sus madres y por eso llevan el apellido materno. La mayor parte del tiempo la prole vive en el hogar del clan matriarcal, incluso cuando llega a la edad adulta, y además los bienes se heredan de madres a hijas.

Nadia ha frecuentado a comunidades de los pueblos tuareg en Argelia, mosuo en China, navajo en Estados Unidos y minangkabau en Indonesia, así como a grupos de moradores de la mayor isla del archipiélago de las Comoras, de isleños de Canhabaque en Guinea-Bissau y de habitantes de la ciudad de Juchitán de Zaragoza en México. Las fotos que aquí se muestran van acompañadas de textos redactados por la fotorreportera en los que se detallan algunas particularidades de esas comunidades.

Fotografiar el matriarcado es todo un reto porque, según Nadia Ferroukhi, “la gente espera ver imágenes espectaculares, pero yo de hecho solamente fotografío la vida diaria real”. Esto es, el quehacer cotidiano de sociedades que, ajenas a los estereotipos, basan su organización social en el “valor igual de todos sus miembros”, como dice Heide Goettner-Abendroth.

 

Francia, 2012

Situada frente al extremo más occidental de la península francesa de Bretaña, la isla de Ouessant tuvo la particularidad de que, desde el siglo XVII hasta una época reciente, su población masculina se enrolaba masivamente en la marina, fundamentalmente en la mercante. Embarcados por espacio de muchos meses, e incluso durante años, los hombres dejaban tras de sí la organización de la vida socioeconómica de la isla en manos de las mujeres.

El 80% de los hombres de la isla de Ouessant, en la costa atlántica francesa, eran marinos. Durante su ausencia las mujeres eran quienes cultivaban la tierra.

 

Estados Unidos (2011)

La vida social del pueblo navajo gira en torno a las mujeres, con arreglo a un sistema matrilineal en el que el linaje femenino prima sobre el masculino en todo lo referente a la transmisión de nombres, dignidades y propiedades a los descendientes. Cuando una muchacha de este pueblo llega a la pubertad, debe tomar parte en un ritual sacro de cuatro días de duración, denominado kinaalda, que marca su paso de la infancia a la edad fértil. Esta ceremonia está vinculada al mito navajo de la Mujer Cambiante, la primera madre del mundo y de todos los humanos. En las reservas de navajos las mujeres suelen ser más dinámicas que los hombres y con frecuencia reanudan sus estudios tardíamente, incluso después de haber tenido hijos.

Estas mujeres del pueblo navajo (Estados Unidos) trabajan en una mina de carbón, asegurándose para sí mismas una independencia financiera total.

 

China (2009)

Asentada en las estribaciones de la cordillera del Himalaya, y repartida entre las provincias de Yunnan y Sichuan, la comunidad mosuo está estructurada con arreglo a normas matrilineales. La cabeza de familia es la mujer, que gobierna el hogar y da su nombre a los miembros de este. El patrimonio familiar es propiedad de la mujer y se hereda de madres a hijas. No existe la institución del matrimonio y las parejas se unen sin restricción alguna de tipo moral, en función de los sentimientos amorosos y de la voluntad las mujeres. Los hombres deben atenerse a la regla consuetudinaria llamada zouhun (“matrimonio ambulante”) que les impone abandonar antes del alba la alcoba de sus amantes. Aunque a los hombres no se les reconoce la condición de padres, pueden desempeñar una función en el hogar, en calidad de tíos maternos, coadyuvando a criar la prole de sus hermanas.

La dabu, cabeza de familia en el pueblo moso: la mujer de más edad de su línea familiar desempeña esta función clave. Le corresponde transmitir apellido y bienes, administrar el dinero y organizar las ceremonias religiosas.

 

Comoras (2017)

En términos culturales, el archipiélago de las Comoras es una encrucijada de las costumbres matriarcales de los bantúes de África y de la religión musulmana, de ahí que en la sociedad comorense las personas nazcan y vivan en el hogar de la madre, o bien en el de la tía o abuela maternas. Son las mujeres quienes heredan y son propietarias de los bienes, especialmente de la vivienda que sus padres o tíos maternos construyen en terrenos propiedad de la familia. Con una práctica más extendida en la Gran Comora que en las otras tres islas del archipiélago –Anjouan, Mohéli y Mayotte– la ceremonia nupcial denominada anda (“gran boda”) constituye un ritual obligatorio para todo hombre que desee acceder a la categoría más elevada de la jerarquía social.

Una joven recién casada en la isla de la Gran Comora. Tras el matrimonio, la pareja se muda a la casa construida por la familia de la novia, donde el marido vivirá como un invitado del clan matriarcal.

 

México (2011) 

Los hombres y las mujeres de Juchitán de Zaragoza –ciudad de 78.000 habitantes en el Estado mexicano de Oaxaca y cuna de la madre de la pintora Frida Kahlo– han ido creando con el correr de los siglos estructuras de autonomía social netamente delimitadas. A las mujeres les corresponde regentar el comercio, la organización de festejos, la vida del hogar y el acondicionamiento de las calles, mientras que la agricultura, la pesca y la política son ámbitos reservados a los hombres. Juchitán es una de las pocas localidades de México donde todavía se habla la lengua zapoteca y su uso constante por parte de las mujeres en el hogar, con el vecindario y la calle ha forjado una solidaridad femenina muy notable. Son las mujeres quienes transmiten los apellidos, las viviendas y los bienes hereditarios de la familia. De ahí que el nacimiento de una niña constituya un importante motivo de regocijo.

Las mujeres de la ciudad de Juchitán, en el Estado de Oaxaca (México), desempeñan un papel social y económico de primer orden y gozan de una independencia poco corriente en esta sociedad patriarcal.

 

 Guinea-Bissau (2011) 

Poco o nada ha influido la civilización moderna en el modo de vida en los archipiélagos, en particular en la isla de Canhabaque (3.500 habitantes). Las viviendas familiares son propiedad de las mujeres y cuando los hombres contraen matrimonio se van a vivir a casa de sus esposas. Aunque los padres transmiten su apellido a los hijos, son las madres quienes escogen sus nombres y el conjunto de la prole está vinculado al clan materno. La isla está regentada por una reina y, a pesar de que también existe un rey que no es su esposo, su función se limita a la de mero portavoz de la soberana. El gobierno de cada aldea lo ejerce un consejo de mujeres, elegidas para desempeñar un mandato vitalicio.

Dos jóvenes defunto, nombre dado a las muchachas que deben atravesar por todas las etapas de la iniciación femenina. Isla de Canhabaque (Guinea-Bissau).

 

Estonia, 2019

La isla de Kihnu cuenta hoy con unos 500 vecinos solamente, mientras que en la era soviética su población se cifraba en cerca de 7.000 habitantes. Tradicionalmente, cuando los hombres se embarcaban, las mujeres se encargaban de realizar faenas, como la labranza, asignadas a ellos. De ahí que las isleñas empezaran a regentar desde mediados del siglo XIX los asuntos de la comunidad. Aunque hoy los hombres están más presentes en la isla, siguen siendo sus madres, esposas e hijas las que asumen las actividades relacionadas con la vida comunitaria, la educación, la cultura y la artesanía tradicional. En las guías turísticas se suele llamar a Kihnu “la isla de las mujeres”. Este estereotipo no agrada a las interesadas que, si bien reconocen que desempeñan una función preponderante en la adopción de las decisiones comunitarias, señalan que son los ingresos de los hombres los que siguen siendo el pilar económico de las familias.

La célebre cantante Virve Köster es la encargada de conservar las tradiciones culturales seculares de Kihnu, entre las que figuran cantos, danzas y artesanía tradicional, inscritas desde 2008 en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO.

 

Argelia (2019)

Entre los tuaregs, son los hombres los que llevan velo y no las mujeres. Estas gozan de plena libertad para elegir cónyuge. Además, dominan el alfabeto tifinag y son depositarias de las narraciones y leyendas tradicionales que enseñan a sus hijos. Las tiendas de campaña y los bienes que contienen son de su propiedad. Administran y organizan los campamentos cuando los hombres están ausentes, y también participan en la adopción de todas las decisiones comunitarias, incluso en presencia de ellos. Toman parte activamente en cualquier actividad socioeconómica y cultural. Las prerrogativas aristocráticas se heredan por vía materna. Sin embargo, este modo de vida se ha visto considerablemente alterado por tres factores: las políticas de sedentarización aplicadas en los decenios de 1970 y 1980, las repetidas sequías y el atractivo que ejerce la modernidad sobre las generaciones más jóvenes.

En caso de ruptura o de viudez, la targuia –mujer touareg– se marcha con sus hijos, su dote e incluso con las camellas que su padre le dejó.

 

Indonesia, 2011

En la costa occidental de la isla indonesia de Sumatra vive la etnia minangkabau, que constituye la sociedad matrilineal más numerosa del mundo. En su sistema social todos los bienes hereditarios se transmiten de madres a hijas. El tutor de los hijos no es su padre biológico, sino el mamak, esto es, su tío. En la celebración de la ceremonia nupcial, la esposa va a buscar al marido a la casa de este acompañada por las mujeres de su familia. La costumbre o adat comprende un conjunto de normas tradicionales no escritas que rigen los asuntos matrimoniales y patrimoniales. En virtud de esas normas, cuando se da un caso de divorcio el marido debe abandonar el hogar y la mujer se queda con los hijos y la vivienda

En el pueblo minangkabau, en Indonesia, el mayor de los tíos maternos o mamak, y no el padre, es cabeza de familia en la línea materna