Esta quiere ser una reflexión nutrida de convicciones, argumentos y esperanza. El azote global del Covid-19 no solo arrebata vidas humanas sino que ha golpeado de lleno la línea de flotación de la economía. Y la economía somos todos. Nuestras ideas, proyectos y sueños de bienestar como país y como personas constituyen la economía. Y hablar de economía en esta Comunidad equivale a pronunciar la palabra turismo.
Este es un momento para que el sector turístico sea percibido y tratado como lo que es. Fuera mitos y topicazos, este es, hoy por hoy, un sector ligado a la innovación, la economía del conocimiento, la tecnología y la creatividad. Un sector que, al mismo tiempo, custodia valores tan humanos como la hospitalidad o la tolerancia. Un sector comprometido con el empleo, los ODS, la economía circular y la transformación digital. Un sector dispuesto a llegar puntual a la cita con un mundo más justo y limpio.
Pero sostenemos sin ambigüedad que este es el sector que más ayuda necesita ahora. Lo es porque ha sufrido más que ningún otro los efectos colaterales de este estado de sitio o de guerra en el que vive el país y el mundo. Decretar el fin de los viajes, el cierre de alojamientos, bares, restaurantes, espectáculos, festivales, propuestas de ocio, playas, etc. constituye un golpe a la medular del sector. Una sentencia de muerte. Y este no es cualquier sector. No es uno más.
Es la locomotora. Leibniz dijo hace siglos aquello de «no especules, mide». Aquí no valen las intuiciones ni las impresiones subjetivas. El último informe que publicamos de Impactur no deja dudas. En términos de empleo, Producto Interior Bruto y aportación fiscal, el turismo no solo es trascendental sino rotundamente imprescindible en la viabilidad de la Comunidad Valenciana. Su papel de locomotora es, empíricamente, incontestable. Ya saben ustedes que si la locomotora descarrila, la tragedia está servida para el resto del convoy.
Este es un sector que se ha levantado a sí mismo. Sí, con el bíblico sudor de su frente. Nunca ha dependido de las administraciones ni de la llamada sopa boba. En muchas ocasiones, sí de la usura y de los bancos. Su contribución a la sociedad y al estado -en sus diferentes niveles- ha sido mucho mayor que lo recibido nunca. Por eso hoy las inercias deben cambiar. Las reglas de las prioridades económicas, fiscales y financieras deben mostrar reciprocidad, inteligencia y conocimiento de causa.
Lo podría explicar de muchas maneras pero escojo la más mundanal, profana y fría de todas. Priorizar este sector por egoísmo. Sí, por ese egoísmo utilitarista de los economistas clásicos cuya formación moral era, por cierto, mayor que la nuestra.
La prioridad hoy es salvar al sector turístico para que nuestra economía, bienestar y cohesión social continúen. El turismo ha sido caballo ganador en los últimos tiempos (los datos cerrados a febrero de este 2020 lo seguían certificando). Ganador y generoso con todos. Y sabemos que este caballo volverá a competir y a ganar carreras pero solo si llega vivo al final de esta pesadilla. El reto de hoy es que las empresas (pequeñas, medianas y más grandes) resistan. Sin tejido empresarial no volveremos a ser nada. Podemos vivir sin un secretario autonómico de turismo, pero no sin empresas turísticas. Sin locomotora los vagones no van a ninguna parte. Levantar una empresa cuesta una vida. Hundirla, un parpadeo de ojos. Hoy este sector necesita la ayuda de todos porque ha sido la primera víctima global del virus y todo parece indicar que será la última en levantarse. Una nueva ironía de la historia. El sector más experto en cuidar a las personas, la industria de la felicidad, ha sido golpeado sin piedad alguna.
Un sector tocado pero no hundido que se volverá a levantar por y para el bien de todos. De todos. Sin el vigor de este sector la cadena de valor que somos toda la sociedad quiebra. Para repartir, para reconocer derechos precisamos los recursos que los materialicen. Para vivir en una sociedad solvente y solidaria necesitamos que el desarrollo económico fluya. Sí, solo puede darse la solidaridad si se da, previamente, la solvencia. El turismo y sus empresas son la primera trinchera de defensa del modelo de bienestar. No es la única, por supuesto. Pero es la más eficiente y productiva. Nunca se le dio casi nada y, a cambio, nos lo dio casi todo. Reivindico la compenetración efectiva y afectiva con este sector que, por cierto, tiene en nuestra autenticidad mediterránea, su fundamento y razón de ser. Ahora o nunca.
Francesc Colomer,
Secretario autonómico de Turismo.