Roy Ogan Rainer
Relato nº 2
Me acuerdo de esta mujer que se encontraba ahí, sola. En el club de remo.
Una mujer con cáncer terminal que vivió sus últimos días, creyendo que un
pájaro con su pico, la iba salvando. Ella me dijo que se estaba curando del cáncer. Y le pregunte cómo hacía para curarse. La mujer me respondió:
“..yo me estoy curando de otra forma,” me cuenta. ¿Cómo? le pregunto.
“Todas las tardes me siento acá, al caer el sol, y viene este pájaro.
Qué con su pico me saca de a poquito el cáncer. Y se lo lleva volando.”
A los días de no verla más me la encuentro en el mismo jardín. Voy y le pregunto cómo estaba. Ella me responde: “¡..ya no tengo más cáncer…!
Fui al doctor para hacerme un examen de rutina y desapareció. ¡Ya no está!”
Y a mí, lo que me sorprendió, más que la noticia de estar repentinamente sanada,
era que cada vez que contaba su historia, una mujer se le acercaba creyendo recordar cómo era el pájaro. La imagen en cómo esperaba el ave, no me la voy a olvidar jamás. Quisiera cree que, al recibir la peor noticia de su vida, ella drenaría el cáncer de su cuerpo, utilizando su imaginación creativa.
Sin embargo, no bastaría con vaciar su enfermedad, de vuelo en vuelo,
de día en día, o de pedacito en pedacito, porque su cuerpo, ya no permanecería vacío. Lo decisivo sería con qué lo llenaría. ¿Con qué carne lacia o tejido sagrado? ¿Con qué especie de coraje? Cuál énfasis, en qué calidez, en qué luz, en cuál sentimiento de seguridad. ¿Cuál último acto que guarde el origen de su secreto? La magia ocurriría bajo la fe que habría descubierto dentro de ella misma. Siendo específica. Pero cómo una niña, sin tener dudas. La duda cerraría el flujo del poder. La fe la abriría. Hasta que la gracia de Dios tomara posesión de su esencia. Y ahí mismo, en sus ojos di con un círculo hilvanado, por rondas de mujeres tomadas de las manos, a manera de un gran nido, qué en gran necesidad, giran y vuelan, atraviesan los límites de sus destinos, la infalible salvación, el memorable aroma, cuyo milagro, toma el aspecto, de un ser alado. La fe de un canal viviente.
Roy Ogan Rainer