EL CANCER FUE MI RENACER

Acciones: Certamen Literario

Que miedo me dio cuando tomé conciencia de que iba directa hacia sus fauces. Curiosamente hice caso omiso a sus primeras señales, pese a que ya había tenido algún susto, eso mismo hizo que me relajara y descartara que fuera algo grave, como el cuento de Pedro y el lobo, al final me pilló.

Hacía apenas dos meses que me habían hecho la última mamografía de control, así que yo misma descarté la posibilidad de que fuera algo más serio, que un simple desajuste hormonal, por eso tardé en acudir al especialista, ¡cuan equivocada estaba!. Entré en barrena al recibir el diagnóstico que confirmaba el mal que asediaba mi cuerpo. Aún así la sorpresa de mi vida me aguardaba; el cáncer se convirtió en el maestro más profundo que he tenido, quién más me enseñó sobre mí misma y en el menor tiempo posible. Cincuenta años habían pasado por mi cuerpo y en apenas unos meses me había transformado por completo.

El año que viví en mi habitación, me otorgó la oportunidad de ver quién realmente era. Fue un retiro en toda regla, muchas horas de silencio, de escucha, de comprensión y de diálogo conmigo misma. Este aislamiento me facilitó toda la energía que necesitaba para salir adelante, reforzada, no solo de la enfermedad, también de mi propia vida.

Fue mi renacer, al principio le di mil vueltas, con mil preguntas sin ninguna respuesta, después calmé mi mente rumiante y decidí ver la cara positiva; para algo iba a vivir esta experiencia. En uno de esos garbeos mentales, caí en la cuenta de que si le daba la vuelta a la palabra cáncer, podía leer cercan, y pensé:_¿ cerca de quién? Yo misma respondí: _¡¡Cerca de MÍ!!. Primera clave. Luego seguí mareando mi mente y encontré otro acertijo encriptado en la palabra, cancer contiene las mismas letras que renacer…mis ojos se abrieron de par en par, al mismo tiempo que mi corazón latía con una fortaleza que jamás había experimentado.

Me preparé para la experiencia, sabía que venían momentos complicados; todos los grandes aprendizajes los contienen, pero también supe que me aguardaban instantes bellos. Con toda seguridad los más duros y los más hermosos de toda mi vida.

Mi familia, amistades y conocidos daban por seguro que con mi actitud saldría victoriosa de esta hazaña. Al principio yo misma no tenía muy claro si así iba a suceder, parecía que vislumbraban en mí una heroina oculta, llena de fuerza y poder que precisamente en esos primeros momentos, yo no veía e incluso desconocía. Fue alagador que todo el mundo depositara esa confianza ciega en mi, al mismo tiempo sentí una enorme responsabilidad de estar a la altura de las expectativas. No obstante esa positiva onda social me motivó para lanzarme y gritar en mi interior: _¡Dame fuerzas que voy a por todas!

Es curioso como esta enfermedad afecta a toda la familia, diagnostican a un miembro pero enfermamos todos, el reto por tanto es sanar conjuntamente. En casa siempre hemos hecho piña ante las dificultades; parecemos los mosqueteros, uno para todos y todos para uno. Sin embargo para mi fue sorprendente que tuviera ánimos incluso1

para motivar a mi familia, no soy la primera enferma que así lo revela, a pesar del miedo y la incertidumebre, somos nosotros en muchos casos quienes tranquilizamos a nuestros seres queridos.

Sé que lloraron a solas, sufrieron en silencio, también sé que el miedo los derrotó por momentos, la impotencia de no poder hacer más de lo que ya hacían, los sumía en una amargura indescriptible. No me lo confesaron hasta pasado el tiempo, yo pasé por esos estadios y muchos más sin embargo yo tampoco se lo comuniqué a ellos. Fue un acuerdo no verbal, no expresado, pero si respetado reciprocamente, de todos hacia mi y de mi hacia ellos. Se mantuvieron a mi lado, con la mirada de ternura y comprensión que tanto me ayudó en horas bajas. Hoy les agradezco con toda el alma, que aceptaran cada una de mis locas decisiones; cada paso fue absolutamente respetado, aunque les generara intranquilidad por mi bienestar.

Si cometí algunas supuestas locuras anomalas para una persona enferma, siempre me he caracterizado por ser bastante rebelde, a veces con causa, otras sin motivo alguno. Tener claridad de intuición es lo que tiene, probablemente al prójimo le pueda parecer una imprudencia y para mí era lo más razonable, dadas mis especiales circunstancias.

Decidí que la última palabra de todos mis tratamientos era mía. Me tomé mis tiempos, recabé información, estudié más que para el master. Recabé información de todas las posibilidades habidas y por haber. Busqué segundas opiniones, y cuando consideraba que había contemplado casi todas las opciones posibles, tomaba la decisión del siguiente paso, para seguir avanzando.

MI PRIMER PASO HACIA EL RENACER

Tuve una vivencia de la enfermedad atípica. Tenía mis momentos de sucumbir, mentiría si no lo reconociera, pero sacaba fuerzas de flaqueza y como el ave fenix me recomponía, hasta poseer la sensación de renacer una y otra vez.

Lo primero que hice diferente a la mayoría de los pacientes, fue preparar mi cuerpo y mi mente para los tratamientos. Me sometí a una dieta especial, hice ejercicios físicos específicos, comencé una serie de terapias psicológicas y emocionales. Me preparé a conciencia como lo hacen los deportistas de élite, iba a las olimpiadas de mi vida y quería volver victoriosa. Todos estos preparativos previos contribuyeron a que el resultado de mi primera quimio fuera espectacular, en las primeras 24 horas había experimentado un retroceso notable (tenía metastasis en la epidermis, de manera que pude ver el avance y también el retroceso del tumor). Me disponía a tomar un baño y al desnudarme y verme en el espejo, a día de hoy todavía no puedo describir con palabras lo que sentí. Literalmente había comenzado a recular el cáncer, él menguaba y yo me crecía.

Los regalos continuaron llegando, iba tan bien que pudimos acortar los tiempos de quimio. ¿Que significa esto? Menos efectos secundarios, menores secuelas futuras. Mis analíticas fueron espectaculares antes, durante y después, al igual que mi densitometría ósea. Tardé muy poco tiempo en recuperarme al cien por cien de todo el proceso, y los daños colaterales fueron mínimos y totalmente reversibles. 2

LA QUIMI

La conocí recién cumplidos los 30 años, cuando diagnosticaron a mi padre de Linfoma de Hodking. Cero simil, verlo en otra persona por muy cercano que sea el parentesco que sentirla recorrer mis venas.

Decidí llegar a un acuerdo con ella. Inicié una negociación cuando la vía le dio acceso a mi torrente sanguíneo. Le pedí que fuera benévola conmigo y que si en su recorrido por mi cuerpo accidentalmente dañaba algo, que fuera reversible. Sabía de su mala fama y de su agresividad (esto depende de cada persona, somos mundos diferentes), ¡lógico! ya que a lo que se enfrenta también lo es. No obstante reconozco feacientemente que su voluntad es ayudarnos a sanar.

He de decir que lo cumplió. En la actualidad, sólo tengo secuelillas sin importancia, por lo demás me encuentro genial, tal y como indica el título, renovada, renacida, encantada de volver a la vida y dispuesta a aprovecharla al mil por mil.

La sala del hospital de día donde recibía las quimis, se convirtió para mí en una cabina de avión, asientos de primera abatibles, reclinables, super cómodos. Las azafatas/enfermeras atentas todo el vuelo, nos daban mantitas para que estuvieramos calentitos, nos servían aperitivos en bolsas amarillas, rojas, transparentes, multicolores, debidamente administrados en vena. Me encantaba cuando llegaba la hora de comer y la bandeja parecía la de Master Chef, que secreto rico portaba cada día, tras varias horas de vuelo me sentaba fenomenal. Cada sesión imaginaba que iba a un destino maravilloso. Casi me dio tiempo a dar la vuelta al mundo. El aterrizaje era suave y llegar a casa con todo preparado y el comité de bienvenida que era mi familia, no tenía precio.

De esta forma fue mucho más llevadera, todos tenemos miedos y dificultades ante esta adversidad, la diferencia radica en la manera de reaccionar ante ellas, y esta fue la mía. Mi infinita imaginación ha sido una gran compañera en todo el proceso.

De esta experiencia nació mi primer libro 24 Abriles.

PELILLOS A LA MAR

La caída del primer mechón me impactó porque no me lo esperaba, fue muy rápido por cierto, y si le regalé las 3 lágrimas que acompañan las despedidas sentidas, pero lejos de venirme abajo, al día siguiente acudí a la peluquería oncológica, donde me dió un ataque de risa probándome pelucas, turbantes y pañuelos. Mi marido y las peluqueras se contagiaron, y lo recuerdo como un momento muy divertido. Para mí ha sido uno de los momentos más divertidos de todo el proceso. Cuando me raparon descubrí que parecía un monje tibetano, otro día parecía una egipcia pelona. Me partía de risa cada vez que me miraba al espejo, no podía evitarlo, y ¡¡reir sienta tan bien!!

De esta etapa nació un cuento, La historia de las Hadas Calvitas. 3

LA MAMA QUE VOLÓ (bye bye mi seno)

Le hice un ritual de despedida a mi seno izquierdo. Elegí un claro de bosque donde reina la paz y la vida emana a raudales. Donde la tierra se mira en el espejo del mar, el cielo arropa la brisa y la luna se asoma a escuchar las olas. Consideré que era el lugar idóneo para honrarla, despedirla y recordarla siempre que acudiera allí. Así fue, las veces que voy me lleno de una sensación plena y hermosa de bienestar, de agradecimiento, incluso de nostalgia. Su labor conmigo había finalizado y que menos agradecerle todo lo que hemos vivido juntas. Hay días que la siento, y cuando sucede, cierro los ojos y le envío un beso al aire.

Mi paso por el hospital fue breve pero intenso porque decidí quedarme unos días más de lo habitual, hecho que dejó descolocado al cirujano, aunque respetó mi decisión. Ya empezaba a tener reputación de preguntona e inconformista en el comité médico, ¡pues si!, y ¿¡qué?! Si tengo dudas lo pregunto, y si no me parece bien lo digo.

Mi primer encuentro con el cirujano fue ameno, directamente le solicité que hiciera una bonita y elegante costura de pret a porter como mínimo, ya que elegí no reconstruirme el pecho. Es una decisión muy personal y es absolutamente respetable la decisión que tome cada mujer, sea la que sea.

Tras vivir toda esta experiencia mi valoración del tiempo se ha tornado extraordinariamente exquisita. Selecciono minuciosa los momentos y con quién los disfruto, es el tesoro más preciado de que dispongo. Someterme a una cirugía por estética no estaba dentro de mis prioridades, prefiero disfutar esas horas viviendo y realizando algo que me apasione, a invertirlas en un quirófano y en la recuperación. Estoy viva y es lo más valioso, y ¡me sienta tan bien!. Acepto mi aspecto físico actual, (de hecho, considero que estoy más hermosa que nunca), me muestro tal como soy ahora, con mi cicatriz conmemorativa de mi paso por la enfermedad. Soy mi versión actual, con o sin seno, sigo siendo yo, y eso es lo que de verdad me importa.

Me dediqué todo el tiempo que requería y más, mi vida anterior circulaba en torno a estar a disposición de todos menos de mí. No me arrepiento, ni mucho menos, solo que ahora yo me necesitaba y no quería dejar de estar para mí, al igual que durante años había estado para los demás. En ese estar conmigo misma, me apliqué en el silencio, es un sabio sensato, locuaz y eficiente. Aprendí a escuchar, a sentir y a mimar mi cuerpo. Hasta que llegó la enfermedad, los tratamientos, los efectos secundarios y las secuelas, no me había dado cuenta de cuan desconectada estaba. Evidentemente este detalle fue muy revelador, si hubiera escuchado y atendido a mi cuerpo, habría acudido al médico a la primera señal de alarma. No fue así, consideré que no era importante y seguí sin atenderlo meses, hasta que los síntomas eran más que evidentes. Por tanto, al primer indicio extraño, acude al médico, y si no es nada, te vas a casa tranquila.

Ahora mantengo una estrecha relación, atenta y constante con mis emociones, pensamientos y sentimientos, aprendiendo a gestionar como y donde se manifiestan en mi fisiología. El cuerpo habla y hay que aprender a comprender que nos indica. 4

Además ya no me tomo las cosas tan a pecho…cómo solo tengo uno, de quita y pon…. (aquí va que ni pintao un emoticono de guiño y risas).

De esta etapa nació una Antología de Cuentos sobre el Cáncer, para niñ@s pequeños y no tan peques.

EL BRONCEADO DE LA CURIE

Así renombré a la radioterapia. En cada sesión imaginé que me estaba dando una sesión de rayos uva y que iba a salir tostadita (morenita).

También me preparé a conciencia, investigué los mejores productos para la piel, y me decanté por los aceites esenciales de grado terapeútico. Fueron prodigiosos. Yo misma elaboré mis cremas, ¡¡muchas!! Tuve que usar botes y más botes, pero valió la pena, porque finalicé mis sesiones con la piel intacta y apenas efectos secundarios. Seguí usando estas mismas cremas meses después. Usé ropa holgada, fresca, (me pilló en pleno verano), tejidos naturales, mucho algodón.

En esta etapa me visitó Mr. Covid, con quién compartí unas cuantas noches ardientes. Su paso por mi vida fue efímero, como un amor de verano, tal y como vino, se fue. Y si lo recuerdo, pero no tengo ganas de repetir jajaja.

EL TRASTU Y EL PERTU

Mi tipología me invitó a 14 sesiones de inmunoterapia, con dos jóvenes recién llegados Trastu y Pertu. Hacía poco que estaban en el mercado de la salud, pero eso no les impidió ganar protagonismo, diría yo que entraron por la puerta grande, parando los pies a tumores poco amigables. De manera que los 3 compartimos un año completo de circulación por mi torrente sanguíneo. Los viernes cada tres semanas, ahí estábamos los tres puntuales para nuestra cita y corredurías.

Ni que decir tiene que busqué a los padres de estos dos. Se llaman Tasuku Honjo y James Allison, para felicitarles por los churumbeles que dieron a luz y que a día de hoy ayudan a tantas personas a salir adelante con calidad de vida.

Esta mi breve historia, ojalá te ayude.

El cáncer fue mi renacer. Dibujó mi mejor sonrisa, la más amplia y verdadera,la que brota del corazón. También me arrancó mares de lágrimas de las mil y una penas y rabias, que había acumulado durante años. Me liberó del personaje que me tenía secuestrada. Me libró de un trabajo que hacía años quería abandonar y no podía por mil excusas que yo misma reforzaba. Me proporcionó el silencio que necesitaba para escucharme. Me convertí en una observadora sigilosa de los milagros que cada instante proporcionan. Dediqué muchos tiempos de autocuidado, de mimos infinitos a mi cuerpo. Mantuve la atención plena a mis pensamientos. Abracé cada una de mis emociones, sin juzgarlas, ni tacharlas de buenas o malas, sólo las observaba y las dejaba marchar. Me resultó muy curioso este cambio: antes me costaba estar a solas y después me resultaba extraño estar en compañía de otras personas. ¡Que bien se vive con una misma, cuando te vives bien…!

Los animales comenzaron a mirarme a los ojos como si me reconocieran, las mariposas me permitían acercarme a observarlas sin temor. Las personas me5

saludaban afectuosamente, lo curioso es que a muchas ni las conocía. Pasaba horas mirando las estrellas, con la sonata del vaivén de mi respiración y el bombeo que cada latido. Me zambullí en la escritura, la tinta llenó espacios que flotaban en el vacío existencial. Todo esto hizo que me diera cuenta de que era parte del infinito universo; que estaba hecha simplemente para ser. Existir era el regalo. Estar era temporal, y eso lo hacía imprescindible. Y que la respuesta a mi sanación se hallaba en el único órgano que el cáncer respeta, el corazón, y sólo tenía un nombre, AMOR.

Yolanda González García