Una inscripción hallada en el cáliz de Valencia reaviva la pasión por el Santo Grial

Acciones: Noticias

El estudio iconográfico de un catedrático universitario descubre nuevos detalles que avalan las vicisitudes históricas de la copa que atesora la catedral de Valencia

FERRAN BONO

Valencia 24 FEB 2020 -19:23 CET

 

«Nunca se podrá saber si este cáliz estuvo en las manos de Jesucristo, pero sí tiene todas las características». Así responde el canónigo de la catedral de Valencia, Jaime Sancho, cuando se le pregunta por la autenticidad del grial que atesora el templo. Unas características que ahora han salido reforzadas por las conclusiones del estudio elaborado por el catedrático de Diseño de la Universidad Politécnica de Valencia, Gabriel Songel. En su libro El cáliz revelado (editorial Tirant), que se ha presentado este mañana en la seo, Songel adelanta 300 años, hasta el siglo XI, la primera referencia en un documento al Santo Cáliz valenciano y corrobora datos que hacen «más verosímil» que este sea «el auténtico» Santo Grial. La búsqueda del cáliz generó una fecunda tradición literaria en la Edad Media. El poeta Chrétien de Troyes lo menciona en el siglo XII en su narración Perceval. El conocido ciclo artúrico combinaba la tradición cristiana con antiguos mitos celtas referidos a un caldero divino.

Las leyendas entraron a formar parte del imaginario colectivo de Occidente y hoy siguen alimentando desde videojuegos hasta películas, pasando por novelas históricas.
Songel se ha ceñido al análisis de los elementos que componen el cáliz. Asegura que la primera mención documentada es la localizada en un acróstico en el manuscrito, de finales del siglo XI, que contiene el relicario del monasterio de San Juan de la Peña (Huesca).

Destaca que en la base del grial se encontró en los años sesenta una inscripción en escritura árabe cúfica que, en aquel momento, se tradujo como “la resplandeciente”.

«El hecho de haber utilizado un patrón de diseño circular nos llevó a plantear la hipótesis de que podría ser una escritura especular», señala el investigador, que ha dedicado seis años a su estudio. «Efectivamente, la imagen inversa se podría interpretar como hebreo, significando «Yaveh Joshua» (Dios el salvador, Jesús es dios)». «El autor debía ser, por tanto, conocedor de hebreo y árabe y con acceso al cáliz, a los monjes de San Juan de la Peña y a los reyes aragoneses», añade.

Este histórico monasterio de Huesca albergó en el siglo XI la copa de ágata, datada en torno al siglo I de nuestra era. El santo cáliz habría salido de Roma a Hispania en el siglo III ante el temor del papa Sixto II por la persecución de los romanos, según relata la tradición cristiana aragonesa y valenciana. El Papa se lo confió a su joven diácono Lorenzo, originario de Huesca, que se lo llevó a su tierra. Hay toda una tradición oral sobre la gesta. De allí, finalmente, el rey Alfonso el Magnánimo lo trasladó en el siglo XV a Valencia, entonces una de las ciudades más florecientes del Mediterráneo y de la antigua corona de Aragón.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Análisis de la inscripción del Santo Cáliz.

 

La investigación interdisciplinar, «desde el diseño, la numismática, la paleografía y la codicología» demuestra que este cáliz ya era una reliquia venerada en el siglo XI «y protegida antes del fenómeno de la exposición y ostentación de las reliquias del siglo XIV». El estudio aporta como «dato histórico y artístico» que el objeto ya estaba compuesto tal cual lo conocemos en la actualidad y que fue montado antes del siglo XIV. El grial está compuesto por dos partes: el vaso, de siete centímetros de altura y 9’5 centímetros de diámetro; y un pie con asas que habría sido añadido posteriormente.

«Lo que está claro y no se ha podido rebatir hasta ahora es que la copa superior del cáliz de Valencia es de un ágata que solo se genera en Palestina –cerca de Alejandría– y que «está tallado de una forma muy especial en torno al siglo I de nuestra época», afirma Sancho. A lo largo de la historia se han identificado hasta diez griales como auténticos. Hay reliquias en León, Génova, Dublín e incluso en el Metropolitan Museum de Nueva York. Sancho asegura que esos otros cálices «han ido cayendo porque no han pasado el filtro arqueológico, eran muy posteriores, tenían otra finalidad», estaban hechos de otros materiales o no contaban con tradición oral. «Da la casualidad de que los demás no tienen esa tradición oral. Nadie había hablado de ello. Del que más se ha hablado en la historia es del de Valencia. Por lo tanto, creo que le da mayor verosimilitud», apunta.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Songel explica que su investigación ha llevado a hallazgos «sorprendentes», el primero «comprobar que la composición del cáliz tal cual lo conocemos actualmente fue hecha siguiendo un patrón de diseño que ya se conocía» y que corresponde con el usado para hacer «las marcas de cantero», las inscripciones que hacían estos profesionales sobre las piedras que labraban para las construcciones medievales. El profesor indica que la coincidencia de las proporciones del cáliz con los puntos clave del patrón apuntan a que no fue una casualidad el uso de retículas compositivas en su diseño. La inscripción «diminuta» que hay en la base de esta pieza también corresponde a un patrón de diseño.

Entre los hallazgos destaca, además, «la coincidencia de la moneda acuñada por el rey aragonés Sancho Ramírez con la estructura del cáliz», al usar «el salmo del tronco de Jesé haciendo referencia a la venida de un mesías y de una nueva dinastía», añade el estudioso. La editorial Tirant Lo Blanch publica el libro de Songel en su colección de Humanidades Plural, si bien se trata de uno de los sellos jurídicos más importantes de España.

Además, El cáliz revelado se configura también como «el catálogo» de la exposición itinerante que arrancará en junio y que impulsa la Generalitat a través de Turisme para recorrer los municipios que forman parte de la ruta del Grial, como ha señalado la coordinadora de la Ruta del Grial-Turisme Comunitat, Fina Doménech.