Lo único bueno de las enfermedades es que te enseñan lo que realmente importa en esta vida
fueron encontrando en mis ovarios, en los años siguientes después de los tratamientos de fertilidad, por suerte eran de agua, y se disolvían solos, así que me decía a mí misma; va a ser igual al resto, así me convencía de que todo estaba perfecto y para animarme, ya que mi pensamiento era “bulto igual a cáncer”, pero había que pensar en positivo.
Me repetía una y otra vez “a mí no me puede pasar esto”, que no podía ser un tumor, siempre piensas que este tipo de enfermedades les pasan a otros, que a ti nunca te va a tocar, que eres joven, que tienes toda una vida por delante, que estos temas les pasan a la gente que no se cuida, pero a mí NO.
Llegó la llamada de mi doctor, aún recuerdo exactamente sus palabras:
―Bea tengo los resultados de la biopsia me llegaron ayer lunes por la tarde, pero no sabía cómo decírtelo he estado toda la noche pensando cómo comunicártelo, lo siento es malo, es un carcinoma de mama de grado III―.
En ese momento cuando estaba escuchando sus palabras rompí a llorar, mi cuerpo comenzó a temblar, desde la cabeza hasta los dedos de los pies, mis piernas no me sujetaban mi cuerpo, era frágil y débil en ese instante.
En el momento de la llamada me encontraba trabajando, salí corriendo hacia el baño desesperada, con toda clase de emociones, miedo, enfado, incertidumbre, rabia, tristeza, me sentía muy muy insegura, porque no sabía qué me iba a pasar…
El primer pensamiento que me vino a la cabeza, por muy difícil que sea por creer, fue “de nuevo mi sueño de ser madre tirado por la borda”, mi cuerpo o la naturaleza, de nuevo me habían jodido mi gran deseo de ser mama, de traer a alguien que fuera parte de mi al mundo, la verdad que siendo sincera en estos momentos creo que tenía más dolor y rabia contra “el inquilino”, (así le llame a mi tumor), porque me estaba trucando mi gran sueño de ser mama, que lo que realmente era y es esta enfermedad.
Ya tenía todo hablado con la clínica, el tratamiento a realizar, el dinero ahorrado, pensado y meditado sobre el paso que iba a dar tan importante de ser madre soltera.
Pero esta vez, esta piedra era muy grande en el camino como para superar, para afrontar, para quitarla del medio y poder seguir mi camino hacia la maternidad.
No me dejaba de repetir es malo, es malo, lloraba y lloraba, y repetía, es malo, tengo cáncer.
En ese instante pensaba que me iba a morir, que la gente se muere por esta enfermedad, que solo tenía 38 años edad, que era muy joven para morirme, pero seguía diciendo “la gente se muere”, así que aquí se acababa todo, a mis 38 años ya no voy a poder hacer más, ya no voy a poder vivir y crear experiencias, ya no voy a poder seguir escribiendo mi libro de la vida.
¿Por qué me estaba pasando esto a mí?, ¿que había hecho mal?, me decía: – soy buena persona- ¿porque a mí?, ¿porque a mí?, pregunta que llevaba haciéndome desde que comencé con los tratamientos de fertilidad, ya que ningún daba buenos resultados y por lo tanto buenas noticias.
No sabía cómo llamar a mis padres, darles la noticia que su hija tenía cáncer de mama, ya que era una situación especial, porque dos meses antes había enterrado a mi tía por esta enfermedad, llamada cáncer, así que eso tampoco me ayudaba mucho para que yo pensara que todo iba a salir bien, y que no me iba a morir.
El miedo se hace cada vez más fuerte, lo notas como recorre todo tu cuerpo, estas aterrada, no sabes que hacer, que decir, notas como todo tu cuerpo se tensa, y lo único que me repetía a mí misma “no quiero morir”, la única frase que tenía en mente, una y otra, una y otra vez, aquella voz de mi interior no paraba de repetirla.
En esos minutos que iban pasando en el baño se me paso toda mi vida por la cabeza, lo que había vivido, mi familia, mis amigos, todo lo que me quedaba por hacer, y mis pensamientos seguían siendo de muerte, y es cuando te das cuenta de que no somos inmortales.
Comienza una mezcla de emociones, que te desbordan que no eres capaz de dominar, al igual que tus pensamientos, intentas dejar que todo fluya, que todo aquello que sientes lo dejes ir, sacar, pero cada vez esas emociones van a más, por lo que la tristeza, el agobio, la rabia, el enfado van subiendo de nivel, y eso me llevaba a tener un llanto infinito, jamás habría pensado que un ser humano tiene tantas lágrimas, y es cuando entras en un bucle difícil de salir.
Cuando iba camino a recoger los resultados, ese mismo día pensaba que había sido un error, que se habían equivocado, y lo seguí pensando muchos días después, incluso días más tarde pensaba que el medico me llamaría para darme la buena noticia que había sido una confusión y que todo estaba bien, lo llegue a pensar incluso meses y no deje de hacerlo hasta el mismo día de la operación, ¿por qué no podía pensar en esa opción?, yo había oído casos en los que se habían confundido en los resultados y yo podía ser una de ellas, pero no fue así no había ningún tipo de equivocación.
Solo en mi cabeza retumbaba la palabra cáncer igual a muerte.
Ya tenía concertado una cita para las pruebas para hacer un tratamiento de fertilidad de donación de óvulos, quería intentar por última vez el poder ser madre, así que pensé, ahora esto me quita la posibilidad de intentarlo, aquí se acaba el camino hacia la maternidad.
Así que me enfade mucho con la enfermedad, tenía rabia, ira, ambas descontroladas, ya que me estaba trucando una de mis mayores ilusiones en la vida.
Mi sueño por ser madre hizo que me enfadara enormemente con el inquilino, por ser el culpable de trucarme ese sueño, en ese instante creo que no era consciente de la gravedad de la enfermedad y todo lo que conllevaba.
Seguía con la actitud de poner en primer lugar la maternidad, antes que mi vida.
Una vez en la consulta para recoger los resultados y explicarme los pasos a seguir ahora, mientras el medico me hablaba, yo le miraba con cara de atención, pero sus palabras en mi cabeza iban y venían, yo intentaba interiorizar todo aquello que me estaba explicando, pero aun sentía que eso no me estaba pasando a mí, un mal sueño, la negación estaba presente.
¿Por qué la vida o el universo me estaba haciendo esto? ¿por qué?, preguntas que no encontraba respuesta, y por más que buscaba seguía sin encontrarlas.
Así que el cáncer, mi inquilino me robo muchas cosas, muchos sueños e ilusiones, me acuerdo de que me repetía “me ha quitado mi vida”, “me ha quitado mi vida”, tenía ese pensamiento porque así lo sentía, de me estaba robando mi vida, ya no podría hacer monte, ya no podría hacer deporte, salir con mis amigas a tomar algo, irme con mi furgoneta a conocer lugares, solo iba estar en enferma y en cama, y eso no quería que pasara, no me quería verme una invalida, y depender de los demás, tenía tantas cosas por hacer y vivir.
Llego la primera cita con mi oncólogo que me llevaría la quimioterapia, me explico el tratamiento a llevar, me dieron a elegir entre 12 sesiones de quimio y luego operar, o 4 sesiones de quimioterapia, pero operaríamos antes pero no sabrían si podrían salvarme mi pezón.
Así tal como tenía mi cabeza que me iba explotar, ahora tenía que decir que hacer, pero la verdad que lo tuve claro, no quería hacerle pasar a mi cuerpo 12 sesiones de un tratamiento tan fuerte y químico, así que elegí la opción de 4 sesiones porque realmente el pezón en esos momento me daba igual, ese era el menor de mis problemas.
Es aquí entonces cuando el medico me dijo, bueno que sepas que este tratamiento hará que se te caiga el pelo, que¡¡¡¡¡¡ ¿Cómo?, me estaba diciendo que me iba a quedar calva, que esta melena larga y rubia iba a desaparecer, para mi esta noticia fue como jarro de agua fría, encima de todo lo que tenía que superar, admitir, sobrellevar ahora me iba a quedar calva.
Ya sé que el pelo crece, comentario que la mayoría de las personas me decían, yo las miraba diciendo para mis adentros, que fácil es decirlo cuando no te toca a ti, y aun me enfadaba más con el mundo.
Es cuando a partir de este día no conseguí levantar cabeza, mis días solo eran de llorar, llorar, no quería salir de casa, no quería ver a nadie, todos me molestaban, sus frases, sé que lo hacían lo mejor que sabían, pero estaba harta y muy enfadada, rabiosa con todo lo que tenía que asumir y que la gente lo vería tan fácil o quisieran aparentar que era fácil, pues aún me cabreaba más.
Llore mucho, mucho, tuve días que toque fondo muy fondo no quería salir, no quería ver a nadie, no quería vivir, no merecía la pena vivir, para que pasar por todo ese horror, verte calva, enchufada a una máquina, no poder hacer una vida normal, no saber si esto saldría bien y todo el esfuerzo que tenía que hacer no valdría para nada, y el resultado sería lo inevitable , la muerte, entonces ¿para qué pasar por todo ello?, ¿no era más fácil no luchar y que la enfermedad me consumiera y así no tendría que hacer un trabajo interno tan duro y difícil?.
Los días iban pasando, y yo seguía metida en mi bucle, de no salir, de quedarme en casa, de no ducharme, de no arreglarme, dejaba como la tristeza, la rabia, me iba comiendo terreno, y aun no había empezado el tratamiento de la quimioterapia, pero en ese momento era tan vulnerable, y el tener tantos pensamientos y emociones negativos durante todo el día, hacia que pensara que el resultado no iba ser más que algo negativo y doloroso para mí.
Había días que no sé dónde sacaba fuerzas y conseguía sacar a mi perro, claro él dependía de mi para todo, y solo me tenía a mí, pero eso me ayudaba a levantarme, ducharme, desayunar, poner guapa y salir a la calle con una sonrisa porque nadie quería que me viera mal, yo sabía que cada día que iba pasando era un pie más adentro en una depresión, ¿pero qué otra cosa podía hacer?, me costaba mucho sacar fuerzas, verme que era fuerte, que tengo esa superación, pero había algo que no estaba haciendo del todo bien para sobrellevar esta enfermedad y era mi actitud.
Hasta que llego un día que me desperté y mi cabeza era otra, no puedo explicar que ocurrió dentro de mí, si es que ya había tocado tan fondo y ya no podía bajar más, o que tuve un momento de lucidez, pero ese día fue el principio de una nueva vida, ese día cambiaría mi estado emocional y dejaría de estar todos los días en el lado de la oscuridad y comenzaría a ver la luz.
Desperté de ese pozo que me había metido yo solita, opté por levantarme, luchar contra todo, tocaba ser fuerte, salir a la calle con una sonrisa, sonreírle a la vida, porque si lo haces ella te sonreirá.
Tenía mucho miedo a verme calva, más que al tratamiento, aunque a él también, ya que eran mucha incertidumbre, ¿cómo me sentaría?, decían que la gente lo pasaba muy mal, que si todo el día en cama, que si vómitos, que no tenían fuerzas, no podían hacer nada, y yo me decía a mí misma, yo no voy a estar así, no me quiero ver así.
Yo era un chica super inquieta, siempre haciendo muchos planes de todo tipo, la casa solo para dormir, el hacer diferentes planes, relacionarme con personas, era lo que siempre me había gustado, y no estaba dispuesta a que esta enfermedad, mi inquilino me lo impidiera, llegaba el momento de cambiar las cosas, y solo yo era la que podía hacerlo.
Comencé a preparar mi mente, mi cuerpo para todo lo que se avecinaba, me levantaba todas las mañanas y me miraba al espejo, me visualizaba ya sin pelo, y con esa imagen en mi mente le sonría al espejo, con una sonrisa grande de comerme el mundo, me decía que guapa estas, estas estupenda, después me vestía y desayunaba tranquila, mi zumo de vitaminas, mis tostadas, pero disfrutando de ese momento, me arreglaba y me cogía a mi perro, una mochila preparada para el monte, y allí nos íbamos los dos a conquistar una nueva cima.
Este ritual lo comencé hacer antes de la quimio, y durante la quimio, creo que me prepare para esos dos momentos duros, el tratamiento y la caída del pelo, cuando tuve la primera sesión de quimio fui contenta, alegre, sin miedo, aceptando la situación, pero sobre todo cuando a los días ya comencé a notar que se me iba cayendo mechones de pelo, me fui a una peluquería y yo misma me rape entera la cabeza, y la verdad puedo decir que fue un momento mágico, de risas, no hubo llanto, no hubo pena, y me veía guapísima.
Así que todo el trabajo había estado haciendo durante 1 mes y medio, había dado sus frutos, aquellas emociones con las que había convivido durante un tiempo y que tan mal me hacían, se habían reemplazado por otras que estaban sumando en mi nueva vida.
En ese momento cuando hice el cambio de actitud correcto, comprendí que el cáncer no me había quitado una vida, sino me daba una nueva oportunidad.
Una vida con mayor aprendizaje interior, una vida llena de ganas de vivirla me estaba dando el cáncer una nueva oportunidad de ser una nueva versión de Bea, me costó mucho tiempo verlo así, vivirlo así, pero la nueva versión que renació me gusto tanto, que como son las cosas, que acabe agradeciendo al cáncer que habría aparecido en mi vida, así lo siento y lo veo ahora.
Aprendí a tener paciencia, aprendí a conocerme a mí misma, aprendí que el cáncer no es una carrera, tampoco la vida.
Disfrutar de un buen desayuno, de charlar con una amiga, de mis subidas a la cima de un monte, de una puesta de sol, de una ducha, de un silencio, de un libro, de una escritura, de la música.
Supe quererme, amarme, valorarme, y sobre todo aprendí a cuidarme, yo, a mí. A valorar un abrazo, un momento, un instante, un suspiro, valorar que estaba VIVA.
En definitiva, a valorar todas aquellas pequeñas cosas que en nuestro día a día pasan desapercibidas.
Volví a comprender lo importante que es no perder mi sonrisa, volvió “la chica de la sonrisa eterna”, con ella la alegría a mi vida.
Aprendí a dejarme mimar y dejarme abrazar, entendí que no estaba sola, y a decir lo que sentía en cada momento, porque entendí que no estamos aquí para siempre.
Cuando cambie de actitud, ante toda la situación que me estaba tocando vivir, empezaron aparecer cosas buenísimas en mi vida, el universo me estaba recompensando.
Si, había perdido muchas cosas, entre ellas el mayor deseo que tenía, pero me daba cuenta de todo lo que estaba ganando.
Había conseguido volver a conectar con mi esencia, al hacer esta conexión comenzó la verdadera transformación.
Esto hizo que saliera del bucle que llevaba años metida, en ese bucle de emociones vinculadas al dolor, al miedo, a las soledad, a la culpa, y de la depresión, y sobre todo salí de esa obsesión que tanto daño me había hecho en mi vida.
Empecé a recordar quien era, aprender a poner el foco en mi verdadera identidad, pasé ya a la ACEPTACION de mi enfermedad.
Me informe sobre el efecto que tienen las emociones que están relacionadas con el dolor, como se manifiestan en nuestro cuerpo, a través de diferentes enfermedades, como en este caso el cáncer de mama, eran señales que mi cuerpo me iba mandando, yo les llamaba piedras en el camino.
El lado derecho como en mi caso está relacionado con la familia, con los hijos, ahora todo empezaba a tener sentido, todo está conectado, todas esas piedras, enfermedades, me estaba diciendo, que mi destino no era ser madre, el inquilino había sido la mayor señal.
Cuando aceptas las cosas como vienen y no intentas luchar contra ellas, es el momento justo cuando todo empieza a ir a mejor.
Así que lo que yo había imaginado el tratamiento de quimioterapia, más radioterapia, la caída de pelo, que iba a ser doloroso, un sufrimiento, tristeza, miedo, acabo siendo todo lo contrario, me reí, hice más monte que cualquier temporada estando bien, aprendí, llegaron a mi vida personas increíbles, echando la mirada atrás, veo esa etapa con colores, con luz.
Así que cuando termine los tratamientos, un día me levante me hice una pregunta ¿qué había sido para mí el padecer un cáncer de mama?, y me vino a la mente una formula, para mi había sido el cáncer de mama
V= (F+S) x A
V= VIDA F= FUERZA S= SUPERACION A= ACTITUD
El cáncer es vida, nuevo renacimiento, pero necesite mucha fuerza cada día para sobrellevarlo, con ganas de superarla, y de superarme cada día yo, y las dos las sumo porque una depende de la otra, pero lo que haría el cambio definitivo, de sacar la parte positiva a esta enfermedad, fue mi actitud.
Una fórmula que aplico en mi vida a partir de ahora, formula que me llevo a escribir un libro, formula que apareció en mi mente gracias a mi inquilino, a la enfermedad que todos tememos que nos toque algún día.
Beatriz Ciprián Forcada