La apuesta del Vaticano en China

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La normalización de las relaciones entre el Vaticano y China ha cobrado un nuevo y reciente impulso desde el año 2018. 

La nueva apuesta del Vaticano lo lleva a China. La superpotencia asiática ha estado en la mira de la Iglesia Católica desde el pontificado de Juan Pablo II, quien en varias ocasiones, incluso después de que su salud se deteriorara, preguntó cuando podría viajar a Beijing.

Sin embargo, lo que no logró el papa polaco bien podría lograrlo Francisco, dispuesto a apostar con el diálogo con el gobierno comunista en momentos en que Xi Jinping impulsa la conocida como Nueva Ruta de la Seda.

 

El presidente chino visitó recientemente Europa y pasó tres días en Italia para promover el ambicioso proyecto multinacional, el cual recibió el apoyo de ese país, pero que al mismo tiempo despierta suspicacias en Alemania y Francia respecto al expansionismo chino.

Bajo este contexto, toma especial importancia el acuerdo firmado en septiembre de 2018 entre el Vaticano y Beijing para el nombramiento de nuevos obispos en el país asiático, mismo que apuntaba a la posibilidad de un encuentro entre el papa y el presidente chino, mismo que finalmente no ocurrió.

El fracaso en agendar la reunión no ha cambiado la postura de la iglesia, para la cual es necesario tenerpaciencia e insistir en el acercamiento entre ambos.

En el libro La Iglesia en China. Un futuro que escribir, escrito por el sacerdote jesuita Antonio Spadaro, el cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, afirmó que el objetivo es “escribir una página nueva para el futuro de la Iglesia en China“, sin que esto implique ignorar los sufrimientos vividos por los católicos chinos.

Asimismo, defendió el acercamiento del Vaticano a Beijing al considerar que “la Iglesia empuja a la Santa Sede a no nutrir desconfianza u hostilidad hacia algún país, sino a recorrer el camino del diálogo para superar las distancias, vencer las incomprensiones y evitar nuevas contraposiciones”.

Cabe recordar que la Santa Sede mantiene contactos más o menos formales con China desde hace 40 años, tiempo en el cual la iglesia tuvo que lidiar también con las dificultades, sufrimiento y tensiones entre las dos comunidades católicas en ese país, una de ellas con ordenaciones episcopales sin aprobación papal, ilegítimas.

Los contactos con las autoridades chinas comenzaron en el tiempo de Juan Pablo II. Fue un camino no fácil, marcado por tensiones. Había también una limitada confianza recíproca, un escaso conocimiento entre las partes, la dificultad de comprensión sobre la naturaleza y la estructura de los dos sistemas, las dificultades de comunicación. Pero emergía la exigencia de construir un puente, superando las naturales desconfianzas y cierta rigidez sobre los principios. Ambas partes éramos bastante dogmáticas», explicó Claudio Maria Celli, observador del proceso.

Añadió que pese a esto, en los últimos años ha crecido la confianza recíproca, por lo que el acuerdo provisorio no solo representa un punto de entrada de la Iglesia a China, sino un punto de partida “para un diálogo más concreto y fructífero”.

En cuando a quienes señalan que el Vaticano está siendo engañado por Beijing, refrendó que “no me hago ilusiones, el acuerdo es indudablemente un hecho positivo, pero el camino hacia la normalización de la vida de la Iglesia es todavía largo”.

Con información de Alfa y Omega