MAÑANA AMANECE

Acciones: Certamen Literario

El 22 de diciembre, fecha de la consulta en la que me dan los resultados de las pruebas, pasó todo como jamás imaginaría. El médico fue rotundo: tienes un nódulo maligno. Me lo dijo tan deprisa que no me dio tiempo ni a sentarme en la silla. Mi hermana M. que me acompañaba, se quedó estupefacta. No podíamos reaccionar…. – “Te hemos hecho un estudio y no das el perfil de persona de riesgo”. Yo, tenía tal conmoción que llegó un momento que no sabía lo que me estaba diciendo. Eso sí, sentí la mayor bofetada de mi vida era como si me hubieran sacado de un circuito, volando. Entré en un estado entre el shock y la “incredulidad”, pensaba: “pero… quéee putada¡¡Cómo me puede estar pasando esto a mis 55 años, si me he cuidado y nunca he estado enferma ¡- El médico concluyó:” con tratamiento tiene cura y este año largo tienes que dedicarte a ello”. Sólo tenía frío, mucho frío y quería salir del hospital corriendo. Oía en el bus números de lotería, a la vez que mi cabeza decía ¿cómo es posible que me haya pasado esto de esta manera?, no tenía síntomas y el nódulo era tan pequeño que apenas se apreciaba. Llamé a mi familia y a mis amigos cercanos, no daban crédito. Lo que tuve muy claro desde el principio, es que no iba a contar mi enfermedad. Quería protegerme de gente, que lo único que les importa es contarte la historia de su prima Juanita. Sentía en el cuerpo una herida silenciosa, casi mortal y no sabía ni cómo empezar. Ya no distinguía entre el día y la noche: todo era oscuro. A los pocos días tengo la consulta con la oncóloga, que me aconseja una cita con la psiquiatra. Insistía que era muy importante la actitud hacia la enfermedad.

Comencé a darle vueltas a la importancia de la mente, y de mantener un equilibrio emocional. Llegaron las esperas, a veces muy largas en las consultas, las pruebas… poco a poco fui asimilando de dónde venía la palabra “paciente”. Mientras tanto conocía allí a gente estupenda.

Las Navidades estaban encima, y yo intentaba sobreponerme, pero no sabía cómo encajar aquel golpe… La operación sería a finales de enero, me fui preparando mental y físicamente. Después vendría la quimio y luego la radio… ¡Menuda fiesta ¡Me hice la pregunta del millón, realmente ¿quieres vivir? Y si es así, ¿cómo lo quieres hacer? Tienes que enfrentarte a tus miedos y ver realmente que es lo que ha pasado en tu vida para llegar a esta situación.

A esas alturas tenía claro que el pensamiento tiene mucha fuerza. Supe que tenía que reeducar mi cerebro de forma positiva y que, si las demás mujeres lo habían conseguido, yo también podría, y que tendría que andar mi propio camino con fé, hacer mi propia travesía. Además, como pisciana que soy poseo la ventaja de que soy muy creativa. Todos los días salía a caminar, me hacía mucho bien, y respirar aire puro era una buena combinación. Así comenzaba mi viaje… Después de mi lucha en Navidades, que las pasé como pude tenía que prepararme para la operación. Mi cabeza me daba vueltas y mi espíritu estaba desbocado. Pero aprendí desde la primera sesión que si te mantienes en una actitud fuerte, se lleva muchísimo mejor el tratamiento. Es como si generaras defensas tanto físicas como mentales. A veces he pensado: ¿dónde está el límite entre lo físico y lo espiritual?

La importancia de cultivar el pensamiento

Me estaba refiriendo a los efectos secundarios: mareos, náuseas, vértigos, inapetencia. La verdad, es que notas que tu cuerpo está desencajado, pero poco a poco te pones las pilas, te hidratas, todo sin forzar, descansas y ya verás como todo sale muy bien. Y si un día sientes que te ha pasado una apisonadora, piensa que es momentáneo porque con cuidados, se sale. Búscate algo para distraerte que te guste Por eso era tan importante el ir creando esas defensas mentales. Enseguida percibí que cuanto más cultivaba mis defensas mentales-espirituales, mejor resultados tenía en los análisis y mejor me iba en las sesiones. Y como me iba mejor en las sesiones, yo estaba más animada y mejor dispuesta a afrontar el día a día.

En ese momento, empecé a descubrir capacidades en mí que desconocía: solamente cuando estás en una situación extrema te viene como una especie de iluminación…que te da paz. Un espíritu protector. Todo iba según lo previsto, las pruebas pre -operatorias, estaban bien…A pesar de mi angustia, en el fondo estaba tranquila, mi sensación era que todo iba… Aunque sabía que me tenía que tirar a una piscina sin saber si tenía agua. Yo confié en los médicos, en la tecnología, y en mí misma. – he seguido todos los protocolos al pie de la letra. – Ahora sé que gracias a esta combinación estoy viva. Y así fue. La operación resultó muy bien y ese mismo día dormía en casa. En el momento del ingreso, a las 8h de la mañana, pensé que me iba a derrumbar, pero no fue así, estaba tranquila. Después vino la confirmación del diagnóstico: el tumor era maligno. La enfermedad con el tiempo se iba convirtiendo en un reto, que ponía a prueba todos mis conocimientos, y herramientas para salir adelante. Si, un reto a vida o muerte, aunque suene rotundo es así. O ella o yo, pensaba, no hay más. Afrontar la enfermedad de la mejor forma posible, ese ha sido mi objetivo La medicina te ayuda, los médicos –es muy importante confiar en tu médico-la ciencia, tu familia amigos, pareja, pero existe un vacío que es el que yo me propuse llenar desarrollando algunas ideas. Me gustaría tener una varita mágica, es una pena no la tengo, pero a pesar de eso desarrollé unos pequeños trucos que me funcionaron. En honor a la verdad el camino no es fácil, nada fácil por algo le llaman “La enfermedad del silencio”, el enemigo acecha sigilosamente. Yo, para entonces lo tenía muy claro y me iba entrenando. Me apoyé en mi familia y amigos, y sobre todo en mí misma. En el fondo sabía que era “yo”, la que tenía que enfrentar esta batalla. Pero …que incertidumbre ¡la travesía del desierto, o como cruzar el Atlántico. ¿Los descubridores de nuevas tierras, tendrían la misma sensación de vértigo, que tenía yo? Igual que resultó la operación, según lo previsto, las sesiones de quimio y radio, también. Empecé el tratamiento de quimio más o menos al mes de la operación, estaba asustada, pero yo seguía con mis paseos, mis charlas, lecturas, música…etc. y recordé que la fuerza se adquiere avanzando, iba dando mis pequeños pasos y buscando soluciones para las piedras que iba encontrando en el camino. Me aconsejaron que fuera cuanto antes a probarme una peluca, yo que soy presumida, y para mí es fundamental verme bien y sobre todo sentirme bien. En la primera sesión no se me cayó el pelo, pero yo me lo había cortado para que la impresión no fuera demasiada, En la segunda sesión, se me caía el pelo a mechones, me lo corté yo, y fui a comprar la peluca que ya la tenía encargada. Hoy en día hacen maravillas. Me compré una peluca de media melena que tenía exactamente el color de mi pelo castaño. Había unas pelucas maravillosas, me acuerdo que me probé una caoba con ondas a lo Rita Hayworth que era fantástica, me pareció excesiva y al final elegí una más sencilla. Me explicaron que tenía una técnica manual y que cada mechón estaba engarzado a mano con una especie de ganchillo: la verdad es que era increíble, me sentaba muy bien…De repente me había convertido en pelirroja. Eso me hacía sonreír y a mis hermanas también al verme.

No se puede vivir sin sentido del humor

Era tan natural el pelo que cuando iba a las sesiones de quimio o de radio, las mismas enfermeras no se podían creer que llevara peluca. ¡Cómo disfrutaba de los períodos de descanso, empleaba mi tiempo en escuchar música, leer, escribir, en pasear con mis amigos y pareja, incluso me presenté a un concurso de fotografía …! En cuanto a las relaciones con los amigos te puedes llevar alguna que otra sorpresa. Amigos que pensabas que lo eran, te das cuenta de que no lo son. Dejan de llamarte, incluso por tu cumple, porque pasa el tiempo y la bola se hace más grande y ya dejan de llamarte, ni te felicitan la Navidad. Hay que asimilar estas zancadillas, quizá en el peor momento de tu vida. Yo tengo la suerte de tener una familia maravillosa y me apoyé en ella. A Mi madre que por entonces tenía 85 años, no quería que sufriese, compinchada con mis hermanos la mandamos de visita a casa de su hermana y cuando volvió le conté la verdad, pero ya tenía todo encauzado. Se lo tomó bastante bien, y me dijo.” Hija, eres valiente. Todo saldrá bien”. Si deseas ser amado, ama. También quiero decir que creo en los milagros, “la mano del destino” se introduce en tu mundo haciendo que las cosas ocurran y todo vaya bien. Pertenece a uno de los grandes misterios que tiene la vida.

Dios está en los detalles.

Vives el día a día de otra manera. No puedo obviar que en mis años de existencia nunca había tenido tal sensación real de desprotección. Me he sentido una niña en la noche, que ha tenido que crecer rápidamente para poder hacer frente a la oscuridad. Muchas veces he llamado en sueños a mi padre fallecido, y eso me confortaba. En esas noches oscuras, yo que he sido educada por las Hermanas Carmelitas Descalzas, me venía a la cabeza la frase que muchas veces nos decían:” La noche oscura del Alma” de Santa Teresa, pero nunca me habían hablado de los días oscuros. Repasando el tiempo anterior a la enfermedad he sido consciente del momento de angustia que estaba viviendo. Tenía muchos frentes abiertos y no fui capaz de resolverlos. Quizá dejé que se colara la enfermedad. Mi actitud era positiva ante la adversidad, pero me di cuenta de que esto no era suficiente. Empecé a caminar, me sentaba muy bien andar por el parque, me hacía estar cerca de mi auténtica naturaleza. Hacía algún ejercicio de tai-chi. Así afrontaba las sesiones de quimio, que eran muy pesadas, pero yo me engañaba el día anterior a la sesión tenía que tomar una lista, para mi interminable, de pastillas, se me hacía muy cuesta arriba, pero me “inventé” que eran caramelos de colores. Cuando llegaba de la sesión de quimio a casa, solo por llegar a casa estaba encantada, pisaba tierra firme, seguramente cansada, respiraba hondo descansaba, comía algún capricho que otro y sobre todo me alimentaba bien. Es muy importante. Pero lo primero que hacía era ir a la cocina a tachar esa fecha del calendario y al día siguiente sonreía y pensaba “me queda una menos”. ¡Que placer ¡así fui tachando 1,2, 3 ,4, 5, 6…

Te empiezas a recomponer, porque tienes que seguir tomando pastillas y después vienen las inyecciones de refuerzo, pero eso a la semana siguiente. Lo bueno es que tienes una semana de fiesta: sales a la calle, respiras, tomas café …charlas y te olvidas de la enfermedad durante una semana. Yo no hablaba del tema. Al enemigo, ni agua. Hablar sobre el tema e informarse me parece natural, pero hay que procurar no  obsesionarse, difícil por otro lado. Es importante intentar mantener la cabeza en su sitio. Me di da cuenta de que la información hay que procesarla y además saber procesarla. Evite entrar en internet y sobre todo participar en las redes sociales y foros. Aprendí que información no es sinónimo de conocimiento. Hay que tener la formación adecuada para saber discernir. He seguido a pie juntillas, todos los protocolos, el tratamiento –todas las sesiones-, he tomado la medicación y he seguido los consejos médicos, me he puesto en sus manos porque he creído en ellos, y era lo que pensaba que tenía que hacer para curarme. Es más… he pensado que era una afortunada, porque tenía Seguridad Social. Por las mañanas cuando me levantaba, eso sí me lo tomaba todo con calma, la ducha el aseo …Necesitaba verme bien. Aprendí a marcar mi propio ritmo. En casa no llevaba peluca sino un gorro muy bonito o un pañuelo de seda.” Sé que un día me levantaré y esta pesadilla se habrá esfumado”, era mi oración, mi mantra. “Despertaré y el dinosaurio ya no estará ahí” “(recordaba la famosa frase del escritor Augusto Monterroso” a la que le di la vuelta).

Todos los días he rezado y rezo, hablo con mi Ser Superior. Pienso que lo que llamamos Dios es la Vida, pues si, hablo con ella y después le doy las gracias. Para mí no es algo nuevo, pero ahora lo hago desde una perspectiva diferente, Entiendo que hay gente que tenga sus propias oraciones, yo, voy creando la mía propia.

UNA VEZ QUE SE TERMINA LA QUIMIO TIENES UN MES LARGO DE DESCANSO

En mi caso, dentro de la terapia del tumor estaba contemplada la radioterapia. Me dijeron que tendría una sesión al día durante un mes salvo el fin de semana. Era muy Importante no faltar a ninguna. Estamos hablando ya de finales de julio, todo seguía según lo previsto. Comencé las sesiones. Cada sesión en sí era de unos 10 minutos, pero la preparación era el doble de tiempo. En total una media hora larga que ponía a prueba todas tus facultades. No te podías mover, ni toser, ni respirar fuerte, cualquier pequeño movimiento lo detectaba la máquina. Eso era lo más incómodo. Nada que ver con la quimio. Podías notar algo de cansancio tras la sesión o la piel un poco roja.

La única “dificultad”, era que las sesiones eran diarias, y a veces vivías con el móvil en la mano por si había algún cambio.

Tu curación es prioridad absoluta.

Poco a poco la zona radiada se ponía roja, como si te hubieras quemado un poco por el sol, tenías que hidratarte todo el día salvo 8 horas antes de ir a la sesión. Te dicen que utilices tu crema hidratante, y si no es suficiente, en el botiquín te dan una pomada especial. Yo, cuando terminaba la sesión y estaba ya en la cabina del vestuario llevaba mi crema y no esperaba a llegar a casa para hidratarme, y la verdad es que me fue bien. Ahora, agradecía los dos días de descanso del fin de semana. Parecía que se recuperaba la piel y no tenía ninguna alteración, ni picor. Era muy consciente de lo privilegiada que era porque la máquina era de última tecnología, y los especialistas decían que era una maravilla. Me tumbaba en una camilla, y una especie de brazo, salía por la derecha y poco a poco en 10 movimientos hacía un recorrido de todo el cuerpo hasta la izquierda, iba como a pasos y se paraba, hasta parecía que la máquina pensaba. Emitía un ruido que yo lo transformaba durante esos diez minutos en una sirena de un barco. Mejor dicho, en el sonido del barco del práctico del puerto que anunciaba un velero. Yo, me imaginaba que estaba en unas Islas griegas, mar azul mediterráneo, terminando un desayuno en la playa y que me venían a buscar. Lucía un sol espléndido. La sensación de felicidad era inmensa…Recreaba las imágenes que veía en las fotos que me enviaba todos los días una amiga que estaba en un crucero en las Islas griegas Y sin darme cuenta, llegó el fin de las sesiones que coincidía con pleno agosto y las fiestas. Ese día, bueno más bien noche porque tenía las sesiones a última hora, 8.30h, me pareció el mejor de mi vida, hacía una noche de luna espectacular y a pesar del

cansancio me fui a cenar y a celebrarlo. Empezaba a vislumbrar la otra cara de la vida. Después vino la analítica de rigor, y me dieron permiso para hacer vida normal con precaución.

Descansé y al día siguiente, saqué mi cuaderno de notas para empezar a poner en marcha mi viaje planeado y así fue. Una compañera, en la sala de espera de la radio me hablaba de las maravillas de la Asociación de Cáncer de Mama, que ella frecuentaba muy a menudo, le resultaba de gran ayuda. Ella decía, que iba muy a gusto porque estaba perdida y que además allí, te aconsejan, realizas actividades, tienes apoyos, intercambias experiencias etc. Aunque no va con mi carácter reconozco y apoyo estas asociaciones Organizan actividades desde conferencias, reuniones, excursiones etc. Es un intercambio de información, y sobre todo de apoyo emocional. A mediados de octubre me puse en ruta, un recorrido de unos días en coche, Yo conducía, pero no más de 250 Kms al día. Y llegaron las vacacionessss…. tan esperadas. Había hecho el itinerario con todas las paradas y detalles, mis notas, todo ello escrito con precisión en mi cuaderno de bitácora. ¡Qué felicidad! Cada instante era maravilloso. Llegue de este extraordinario viaje y me tocaba esperar hasta febrero para la revisión, en esta carrera de fondo, donde te van dando testigos.

Ya ha pasado un año desde la operación y tengo consulta médica con el grupo quirúrgico. Me encuentro bien. Tengo buena cara y me crece el pelo. Sé que se va a reunir la Comisión de los expertos y va a revisar todas las pruebas. Se acerca el día. La analítica y otras pruebas están bien me falta por saber una, que me la dirán el día de la consulta Se me hace cuesta arriba este último tramo de la carrera. Oigo en la tele que fallece Bimba, me impacta de manera sobrecogedora. Estoy cansada y no veo que llega el día, necesito que llegue ya… ¡Me distraigo más que nunca! Mi voz me dice tranquila sólo es una semana más…Pero en el desayuno, mi cabeza está en otro lado, me despisto y tropiezo arrastrando el mantel y se me cae una cafetera con café recién hecho en las piernas. ¡Qué dolor, ¡En ese momento siento que se abre la tierra! Corriendo me doy una pomada y poco a poco se va calmando, aunque al día siguiente la piel seguía muy irritada. Me hice un vendaje y por las noches me lo quitaba. Por supuesto nada de ir al ambulatorio, tenía mis remedios y en una semana se me curó y no me dejó ninguna marca. Pensé:” tienes que tranquilizarte como sea”. Esto ha sido un aviso, quizá un accidente inevitable, pero aprendí que no hay que bajar la guardia. Recordé mis respiraciones y mis ejercicios para estar en armonía. Al final todo llega…, y llega el día de la consulta. Por cierto, una fecha preciosa, el 14 de febrero, y me dicen que está todo bien, y que me harán los controles rutinarios el año próximo. No puedo explicar lo que pasa por mi cabeza en ese momento, necesito días para convencerme de que la pesadilla ha terminado. Comienzo a celebrarlo. Mi cumpleaños que es justo una semana más tarde será para mí a partir de ahora, el 14 de febrero. Siempre celebraré, este día. Gracias San Valentín.

Minuska