Mujer de seda y rosa

Acciones: Certamen Literario

Ella sonríe con esa dulzura tan única de madre que todo lo puede, siempre presta, amorosa y precisa, jamás nada la doblega y toda ella es y serán sus hijos.

Allá a mediados del 2018 su mundo se detuvo, desgarrada su alma y escarnecido su vientre, su retoño mayor trascendió de este mundo. Jamás pensamos en sucederle a los hijos y después de una larga batalla su hija mayor a los 56 años, egresó de esta carrera alocada llamada vida terrenal y simplemente se nos adelantó. Estoica, siempre madraza y conteniéndonos a todos, transitó los sombríos laberintos fúnebres y sumergiéndose en un eterno duelo, muy en lo privado y en silencio se dio permiso para llorar ese dolor inagotable, gritar… gritar hasta que le faltó el aliento y así y todo, jamás acallar ese lamento y despedir a quien no se puede dejar ir… un hijo.

Egoístas nos excedimos en nuestro propio dolor, ciegos y glotones emocionales solo pudimos encaramarnos en nuestros apegos y derechos mal concebidos, exigimos consuelo, contención y atención pero no entendimos cuál niños caprichosos que mamá transitaba la más cruel y oscuras instancias de su vida.

Ninguno de sus otros tres hijos, nietos y bisnietos, se percató de su doblegado espíritu, del dolor que la consumía por dentro y decididamente del abismo emocional en el que nuestra madre existía.
Obsecuentes y siempre optando por lo más simple y práctico, optamos por ver sólo lo que nos convenía y actuamos enfocados en lo que nosotros necesitábamos y ella siempre de pie, siempre nuestra estaca, pero no pudimos, no supimos percibir cuanto nuestra madre sufría.
Con el paso de los días nos fuimos adaptando a la idea, maduramos las ausencias y egoístas consideramos que ya era un proceso cerrado.

Una tarde ya casi finalizando el 2019 nos comentó que tenía una dureza en su seno derecho, por lo que ya había solicitado una consulta con su ginecóloga, cosa de rutina y nada de qué preocuparnos, no había prisa.

Pero sucedió lo inimaginable, inesperadamente el mundo entero observaba atónito como un virus que mutaba nos encerraba y detenía nuestras vidas; cancelándolo todo y eso implicó que mamá se quedara a la espera de ser atendida.

En Argentina, país de residencia de mi madre, este proceso de confinamiento fue el más largo y cruel del mundo entero. Nos tocó ejercer la antítesis de la paciencia y comulgar con la angustia de la incertidumbre cada día, fue así que desde fines del 2019 y luego de tocar muchas puertas recién a comienzos de julio del 2022, fue que recibimos el diagnóstico… ese que todos nos negábamos a que fuera posible, pero allí lo teníamos: cáncer invasivo en estadio III con ganglios en axila derecha.

Mi madre en estos días cumple 78 años, estado de salud envidiable, lleva una dieta mediterránea, práctica yoga, teje como arañita todo el día, práctica meditación y es una mujer envidiablemente jovial y bella, emocionalmente siempre fue la más sana de la familia. Serena como siempre, nos comunicó su decisión, optó por la mastectomía.
Desde el día del diagnóstico ya pasaron 6 meses, mientras que los galenos existen en un futuro perfecto, nosotros agonizando en desesperación y urgencia.
En todo este largo tiempo muchas veces me he preguntado ¿Qué sentirá y en qué pensará mamá? y se me llenan los ojos de recuerdos y se me escapa una sonrisa cómplice, pensar en ella es alegría, sueños, eternas letras tomando vida en sus labios, ella es la dedicación y amor constante, desafíos y contención eterna.
En estos meses aprendí a hablar con ella, dejando de ser la niña a la que siempre me transporta y adoro convertirme, esa niña que todavía recibe los abrazos, cariños y mimos en los que ella jamás escatima.

A mis 56 años, el miedo, me está enseñando a conocer a la mujer que existe dentro la colosal madre que está vida nos ha dado.
Aunque me ha costado mucho, después de largas e insistentes charlas, poco a poco pudimos desprendernos de nuestros apegos y hablar de mujer a mujer y exponer nuestros sentimientos, miedos, temores, frustraciones, alegrías y la tan postergada y evitada charla de los deseos póstumos.

En una de esas tantas charlas, le pregunté ¿Que sentía? Y ella muy seria y convencida me contesto: ¡ Hija no se como me siento, es el primer cáncer que tengo en mi cuerpo y no le voy a dar con el gusto de que me gane! Lógicamente nos reímos y seguimos hablando de recetas, ejercicios, terapias y posibilidades.

La palabra cáncer no nos asusta, desde hace varias generaciones, nos recuerda la fragilidad que nos caracteriza, nuestra hermana mayor por 20 años luchó contra la leucemia, pero una neumonía pudo con ella. Nuestro hermano menor, aunque muy enojado y en contra de su voluntad, coquetea con un cáncer de piel que se niega a aceptar, pero que poco a poco lo doblega y domina. Tenemos a don Alzheimer que nos dice presente,( ya se llevó a nuestro padre) y la genética que no perdona, pero que no le permitimos que nos defina.

Ninguno estaba preparado, para que nuestro faro nos expusiera carentes, dependientes y en extremos asustados.
El golpe al recibir el diagnóstico fue tan fuerte y certero, que nos costó entender y muy a destiempo que llegó el tiempo de cuidarla a ella y ya dejar de excedernos en demandar exclusividad y competir por tenerla, este 12 de Diciembre 2022 a las 12pm nuestra madre fue exitosamente intervenida y le practicaron la mastectomía de su seno derecho.
Sabemos que el camino a recorrer está recién comenzando y que los miedos y la incertidumbre ahora poseen una dosis de realidad que nos paraliza, queremos despertar de este mal sueño y aferrados a su cuello, sintiéndonos pequeños entre sus brazos y ella como siempre relatándonos las historias que nos hacen soñar y siempre regresar a niños. Recuerdo hace muchos años, allá por 1971, cuando nació nuestro hermano menor, el varón entre tres mujeres, cuando fuimos hospital a conocer al nuevo integrante de la familia, al entrar en el cuarto, mamá rápido se incorporó de la cama y lenta pero decidida camino hacia nosotras y nos apretó en un solo abrazo a las tres, mientras nos decía ¡ Mis princesitas!

Ese día mami vestía de seda suave, muy suave y escurridiza, nosotras le entregamos un enorme ramo de rosas color rosa claro pálido que nos había dado papá en la entrada del hospital cuando llegamos. Recuerdo el perfume y los pétalos carnosos, eran rosas de invierno, nuestro hermano nació un 4 de Julio de 1971 y justamente 51 años después, un 4 de Julio de 2022, recibimos su diagnóstico de cáncer, en pleno festejo de su cumpleaños. Anecdóticamente ese día mamá vestía en tonalidades rosa sepia y un fino y muy elegante chal de seda adornaba su vestimenta, solo que en esta oportunidad, dos integrantes de la familia ya no están presentes en las celebraciones y fiestas.

Ver a mi madre decidida a contradecir la lógica, verla tan disciplinada e impecable es sus rutinas, siempre pulcra y elegante, iluminando al mundo con su positivismo, firme, íntegra, siempre una gran dama, me expone y desnuda en mis inseguridades, miedos y mezquindades… la pretendemos eterna, fuerte, inalterable. Que nada la doblegue, ella tiene que poder siempre y nos colgamos de esa imagen y jugamos a ser niños en cuerpos adultos, egoístamente desdibujamos a la mujer que vibra en su interior, desnudamos nuestros miedos abusándonos de su amor inconmensurable y con ello enceguecidos no podemos percibir a la mujer hermosa, decidida y heroica, con sus muchísimas virtudes, sueños, fantasías y necesidades.
Esa mujer de seda que en miles de finísimos hilos tejidos sabiamente, se transformó en la exquisita y delicada trama de elegancia y levedad extrema.

Los años, el transcurso de la vida y sus realidades, nos exigen ver a la formidable mujer, que siempre está allí para todos nosotros y que hoy como nunca nos necesita.
Quizás y aunque suene irónico, esta enfermedad lejos de quitarnos, llegó para enseñarnos, quizás y lo confieso con mis ojos llenos de lágrimas cargadas de vergüenza, necesitábamos que nos sacudieran tan fuerte y profundo, para dejar de ser esos críos mal aprendidos, en los que nos convertimos y descubrir a la mujer que tanto se esforzó y sacrificó, para regalarnos la más bella de las ilusiones, como fue que ella siempre todo lo podía.

Hoy la miro madre mía y me enorgullece su lucha, constancia, entrega y sabiduría. Tardamos en percibirla de seda y rosas, la misma suave y fuerte seda con la que nos forjó y protegió de todo en la vida.

Nora Gabriela