Este es un relato lleno de contradicciones en mi vida pero, es la mía.
Nací en el año mil novecientos sesenta y cinco, allá por el mes de mayo, y aunque dicen que mi signo es Géminis, hace tiempo descubrí que no es cierto; en el mes de noviembre del año dos mil trece se había transmutado a Cáncer confirmando mi sospecha cuando en una autoexploración, palpé un bulto en la mama izquierda.
Con miedo, acudí a realizarme un chequeo a un experto mastólogo que me ratificó el diagnóstico: dos lesiones mamarias. Carcinoma ductal infiltrante y multifocal.
Fue este doctor quien aceleró los trámites para el ingreso hospitalario y posterior operación, acontecida en enero del año 2014.
Ahí dio comienzo un nuevo camino hacia la etapa más difícil en mi vida pero, la inicié.
Ese año enero, me extirpan dicha mama y después del postoperatorio, el reposo y la recuperación, doy comienzo a la primera quimioterapia.
Nuevos aliados se unían a mi lucha sin tregua contra un enemigo que no veía.
El catorce de febrero, sí, ese día de los enamorados y con el apoyo inmenso de mi pareja, más mi familia, empecé un enlace con la primera quimioterapia llamada en términos médicos “AC”, es decir, “Doxorrubicina más Ciclofosfamida”. Cuatro dosis de AC acompañadas por doce de “Taxol” a la semana junto a dieciocho dosis de “Herceptin” cada tres semanas; también inicio un tratamiento hormonal con Tamoxifeno.
Debo añadir que mis venas solo soportaron tres dosis de AC o como yo lo llamo, tres chutes; para la cuarta dosis tuve que pasar una pequeña cirugía para que me implantaran un reservorio en el lado derecho de mi pecho, que aún sigue conmigo.
Entre el ciclo quimioterápico, se inicia el procedimiento de la radioterapia. Veinticinco sesiones que mi cuerpo tolero bastante bien y sin reacciones secundarias.
Todo este proceso finalizo el día seis de abril del año 2015.
En la ruta que inicié tome atajos para mirar la vida desde todos los puntos cardinales y abrí mis sentidos que llevaban dormidos hacía tiempo.
Aprendí a degustar el olor, a sentir la suavidad de la piel, de bailar bajo sinfonías de pájaros, de brillar con el amanecer, de comenzar a querer, de colaborar con asociaciones de pacientes oncológicas, casarme, estudiar, viajar, leer, en una sola palabra: vivir…
Tengo cincuenta y siete años, me llamo Maribel, estoy pletórica de energía positiva, soy vegana, amo a mis seres queridos entre ellos, a mis amigos peludos, por mis venas corre un cáncer metastásico, he pasado por nueve quimioterapias distintas, he sido operada en varias ocasiones, sigo visitando el hospital pero sobretodo, estoy empujando al cangrejo para que retorne a su mar.
María Isabel Hernández Díaz