YO TAMBIÉN

Acciones: Certamen Literario

Miedo. Eso es lo que sientes la primera vez que oyes el diagnóstico.

Y luego, deseas con todas tus fuerzas despertar y que todo haya sido un sueño. Pero no, no despiertas. ¿Porque yo? No puedes creer que te toque a ti. Sí, sé que cada vez el porcentaje de gente con cáncer aumenta, oyes casos muy cercanos, y sabes que te puede tocar, pero cuando te toca te enfadas. ¿Pero porque? Si es una lotería, porque no me tocará la del euromillón.

8 de cada 10 mujeres van a pasar por un cáncer, eso es lo que me explicó la oncóloga, pero no me hacía sentir mejor. ¿Porque yo? Eres una persona más, con tus cosas, con tus problemillas más o menos graves. Y al día siguiente estás enferma. Tienes cáncer. Maldito cáncer.

Nunca se me olvidará. Un 27 de Junio del 2018 tenía la consulta ginecológica, el 29 de Junio la mamografía y ecografía y el 5 de Julio la primera biopsia.

Yo tenía antecedentes de fibroadenomas mamarios benignos. Mis pechos estaban llenos de esos bultos. Con un control habitual era más que suficiente. Hacía mucho que no se me controlaban. Y un día noté uno de ellos más duro de lo normal. Había días que me agobiaba al pensarlo y otros que prefería no pensar. Si no pensaba, no pasaba. Pero un día me levanté muy agobiada, y sin pensarlo llamé a mi ginecóloga para coger cita. No tardaron mucho en citarme. Así que me escapé del trabajo y sin decir nada a nadie, más que a mi compañera, fui a mi cita ginecológica. Le expliqué lo que había notado, y que realmente hacía mucho que nadie me controlaba los fibroadenomas. Al ponerme el ecógrafo en el pecho sus palabras fueron: tienes unos pechos muy complicados de ver ecográficamente hablando, ya que están llenos de fibroadenomas. Lo mejor será que te mande hacer una mamografía que se verá todo mucho mejor.

Me puso como preferente, según ella para que no tardaran meses en llamarme. Y me dieron cita para dos días después. Yo seguí sin decir nada a nadie. Total, para que voy a preocupar si lo más seguro es que fuera una tontería.

El día de la mamografía estaba nerviosa, no tanto por lo que fuera a pasar sino porque siempre había oído que dolía. Allí estaba, en una sala de espera sola esperando lo que no sabía que iba a ser el inicio de la pesadilla. Mi turno. Me realizan la mamografía, primero un pecho, luego el otro. Ahora espera mientras miran la mamografía y túmbate ahí que te van a hacer una ecografía.

Y ese momento en el que te pasan el ecógrafo, silencio, se paraliza el tiempo. Nadie habla, miras sus caras buscando una sonrisa, una mirada o una cara de: bah, todo bien, nada fuera de lo normal. Pero no, estás viendo esa cara, estás viendo sus miradas. Y lo siguiente que oyes es que han visto unas “manchas” y que hay que hacer una biopsia y una resonancia para saber más. Y yo me preguntaba: una biopsia vale, ¿pero la resonancia? ¿Primero no es mejor esperar a la biopsia y ya luego seguir haciendo pruebas? No era consciente que lo tenían muy claro, que sabían que eso iba a ser cáncer, pero no me lo pueden decir sin una biopsia.

Salí de ahí en “shock”. Y yo pensando que no iba a ser nada. Ahora tengo que coger cita para una biopsia “urgente”. Para el día 5 de Julio. Y la resonancia dependía de mi regla para hacerla, así que calculando cuando me tocaría, me citaron.

Ahora sí o sí tenia que hablar con mis padres. Madre mía que momento más difícil. La cosa se estaba complicando, lo que iba a ser una “tontería” ahora tenía fecha para biopsia y resonancia, y viendo la cara de la ecografista, no tenía buena pinta aquello. Aunque he de reconocer que siempre buscas excusas para todo y hacerte ver que no va a ser nada. Bueno Mónica, biopsias hacen a mucha gente y luego resulta no ser nada….ya, ¿pero entonces porque me han mandado una resonancia también? Bueno Mónica, pondrían esa cara porque no pueden hacer que no pasa nada y luego que pase, pero vamos, que a ti no te va a pasar…

Con los papeles de las pruebas en la mano, fui a casa de mis padres. Y allí les expliqué. Lo primero que me dicen lógicamente es que por qué no había dicho nada hasta entonces. Lo siguiente es intentar no preocuparme, y en el fondo creo que pensaban que todo se iba a quedar en un susto, pero no fue así.

En la primera biopsia, me acompaña una amiga, a la que le pido que me lleve ya que luego no aconsejan conducir. La prueba es dura, no tanto por el dolor, sino por la situación. Sigo recordando esos momentos en esa camilla con mucha angustia, noto mi cara de pánico. Intentan tranquilizarme, pero en esos momentos nada lo hace. Ahora, a esperar.

Recuerdo que mi mayor preocupación en ese momento era que se me iba a ver el apósito que ponen al hacer la biopsia. Al día siguiente era el chupinazo, yo tenía almuerzo con mi cuadrilla. Yo tenía una obsesión con que se me veía y no quería decir nada. No me apetecía que un día de celebración se convirtiera en miradas de compasión. Quería hacer que no pasaba nada, si no hablaba de ello es como si no hubiese pasado. Pero cada vez que me veía en el espejo, el apósito me lo recordaba.

Tras la realización de la resonancia, una prueba bastante difícil de llevar también por la situación y aún sin saber nada de los resultados, fueron días de espera horribles, para que nos vamos a engañar. Intentas no pensar en ello, pero existe.

Y me llamaron, pero no para citarme y dar los resultados, sino para realizar otra biopsia esta vez del otro pecho. Entonces otra vez empiezan las mil preguntas que se hace mi cabeza. Eso es que han visto algo, voy a tener tumores por todos lados, voy a tener metástasis. ¿Pero por qué nadie me dice nada? Otra vez biopsia, otra vez pasar por lo mismo…bueno, pero tu tranquila, seguro que es para cerciorarse que todo está bien.

Me realizaron una biopsia del otro pecho y pincharon mis ganglios de la axila del primer pecho. Eso ya estaba pintando muy mal. Ya basta por favor, ¿cuándo se va a acabar esto y me van a decir que todo está bien?

Tenía cita ya concretada el 30 de Julio con la cirujana. Y digo yo, si fuese algo malo me adelantarían la cita ¿no? O por lo menos me lo dirían antes. No me van a tener esperando sabiendo que tengo cáncer. Eso era lo que yo creía y lo que quería pensar.

Llegó el día de la cita, fui a con mi madre. Esperar es de lo más duro, esperar cuando no sabes nada. Cuando entramos y la miré algo me dijo que no me daría buenas noticias. Y así fue. Tienes cáncer. Empiezan a explicarte el tipo de tumor, tamaño y blablablá…empiezas a no escuchar nada. Tu mente deja de funcionar, se queda todo tu cuerpo paralizado y ya no escuchas nada más. ¿Cáncer? ¿Yo? ¿En qué momento? Pero si esto iba a salir bien…..Y aquí continúa tu pesadilla. ¿Y ahora qué? Me explica que dada la extensión de mis calcificaciones, tienen que amputarme el pecho, sí, así como si nada, me lo van a quitar. Y luego, al biopsiarlo, ya se valorarían los pasos a seguir. Pero que si me realizan la mastectomía no me pondrían quimioterapia. Aún y todo, me dan cita en oncología. Ya sólo esa palabra da un miedo terrible. Mi oncóloga (nunca creí que pudiera llegar a decir esto) me explicaría mejor todo.

Y aquí otro momento durísimo. No he contado que tres meses antes de todo esto, conocí a un chico, estábamos conociéndonos, todo iba bien, y ahora de repente le tengo que decir que tengo cáncer. Lo mejor sería que me dejara, total, apenas me conoce, ¿y cómo va a pasar por todo esto? No había ninguna necesidad. Pero quiso seguir ahí, a mi lado, a su manera. Quitaba importancia a lo físico y eso me hacía sentir más segura y mejor. Era uno de los motivos porque los que tiraba para adelante, la ilusión de empezar con alguien, ese tonteo, los planes que hacíamos, sentirme cuidada y querida por él.

Aunque he de decir, y no quiero generalizar, creo que los hombres están menos preparados para esto. Y en mi caso, en muchas ocasiones no estaba a la altura. A pesar de eso, para mí era un motivo de felicidad, de lucha, de ilusión y ganas.

Llegó el día de la cita en oncología. La verdad que cuando estás ahí te sientes fuera de lugar, ¿pero qué hago aquí? Yo no estoy enferma. Reconozco que ese sitio me causaba angustia, ver a la gente esperando en la sala de espera, mirando las pantallas para ver cuando era su turno. Me dieron una tarjeta para usar a partir de ese momento, la tarjeta de “puta enferma de mierda” como la llamaba yo (vale, sí, igual me pasé pero

así me sentía), gente con pañuelos en la cabeza, con turbantes, sin pelo. Sí, me impresionaba, yo no quería verme así, yo no iba a estar así, no podía ser.

Cuando me tocó el turno, conocí a la que iba a ser mi oncóloga. Me volvió a explicar el tumor, esta vez pude centrarme algo más. Hasta que escuché todos los pasos que iban a hacer. Cuando me dijo que me iban a dar 6 meses de quimioterapia, y que antes de que lo preguntara, sí, me iba a quedar sin pelo, otra vez volvía dejar de escuchar. Volví a quedarme en shock. Pero si me iban a operar, no iba a necesitar quimioterapia según la cirujana. Seguro que la oncóloga se equivoca. No habrá leído bien mi caso. O eso es lo que yo deseaba.

Salgo de ahí con un esquema de cosas que van a hacerme. Pero yo sólo me quedo con la quimioterapia. Es que sigo sin creerlo.

Y mi vida ahora se iba a centrar en médicos y hospitales. Mi cirujana para organizar mi cirugía de mastectomía, mi oncóloga para empezar con la quimioterapia (y otras terapias que también voy a recibir), visitas a ginecología y reproducción para someterme a un tratamiento de fertilidad y poder congelar óvulos, ya que no soy madre aún y todo el proceso de quimioterapia hará que mi reserva ovárica disminuya y la calidad de mis óvulos sea peor, por lo que quedarme embarazada sería más difícil. Aquí empieza realmente todo, hasta ahora sólo había sido sólo una introducción, el título de un libro, ahora venían los capítulos, unos muy duros, otros duros, y otros menos duros. Para mí un libro de auténtico terror y miedo, que es como se vive día a día con cáncer.

Lo primero fue la cirugía. No voy a mentir, fue dura, muy dura. No sólo porque te amputan una parte de ti de cuajo, sino porque te deja secuelas físicas y psíquicas para siempre, y en ese momento no eres consciente de eso. Y duele, mucho. Me refiero a dolor físico .

Lo pasé mal. Desperté de la cirugía con muchísimo dolor. Encima no recibí buenas noticias. Sí que pudieron ponerme un expansor, eso iba a significar que habían quitado el tumor y no iba a necesitar radioterapia. Pero no contaban con biopsiar el pecho y encontrarse con otro tumor, este más agresivo, infiltrativo, que había comenzado a extenderse. Es decir, yo tenía dos tipos de tumores, el que me vieron en la mamografía y diagnosticaron con la biopsia, y este segundo que sólo pudo ser descubierto al quitarme el pecho. ¿Suerte? Tendré que pensar que sí. Al final me voy a sentir hasta privilegiada por la suerte que he tenido, por la cadena de circunstancias que han hecho que me diagnosticaran un cáncer que hubiera sido imposible ver y seguramente hubieran diagnosticado demasiado tarde.

Me quitaron el ganglio centinela y otro que habían sido afectados, el resto supuestamenteestabanlimpios,porloquenoquitarontodalacadenaganglionar. A los días de hospitalización me dan el alta. Es complicado hacer vida sin poder mover mucho tu brazo derecho, solo el hecho de lavarte la cabeza es todo un reto. Te dicen que tienes que mover el brazo, estirarlo, hacer ejercicios para ejercitarlo, pero todo cuesta mucho, y duele mucho.

Tuve que comprarme sujetadores especiales y prótesis para rellenar el sujetador. Rellenarían el expansor en cuanto se pudiera, mientras, me ponía una teta de mentira para disimular. Eso crea mucha inseguridad, te ves mal, te ves fea, te ves incompleta.

Una vez con todos los resultados de mis tumores en la mano, decidieron el tratamiento de quimioterapia oportuno. En teoría, según me dijo mi oncóloga, la quimioterapia era preventiva, ya que habían extirpado todos los tumores. Pero a veces quedan células tumorales, y por ello iban a darme la quimioterapia. Un proceso que duraría meses. Al no ser madre, como he comentado anteriormente, me ofrecieron hacer un tratamiento de fertilidad para poder congelar óvulos, ya que serán dañados con la quimioterapia. Acepté sin saber muy bien en qué consistía ni lo mal que lo iba a pasar.

Comenzó el proceso. Duro, muy duro. Pinchazos, análisis y revisiones diarias. Cambios emocionales muy fuertes. Tratamientos y más tratamientos. No había mucho tiempo, ya que teníamos que empezar la quimioterapia rápidamente. Me tenían que haber dado otro ciclo de tratamiento de fertilidad, ya que con uno sólo no se consiguió mucho, pero no había tiempo. Consiguieron extraerme cuatro míseros óvulos, que permanecen congelados a la espera de ser utilizados, o no. Este proceso de extracción de óvulos tampoco fue lo mejor del mundo, se hace bajo sedación, mi ánimo estaba por los suelos y no tengo buen recuerdo.

Y tras varios disgustos debido a que la oncóloga me llamó enfadada porque tenía que empezar ya la quimioterapia, porque si no, no me la iba a poner (no soy yo la que ponía la duración del proceso de fertilidad, yo sólo hacía lo que me decían y cuando me decían) llegó el día de la quimioterapia. Haciendo un resumen de lo que consiste la quimioterapia y sin querer aburrir mucho ni expandirme en este proceso, básicamente ibas con tu tarjeta de puta enferma, como lo llamaba yo, fichabas como en el trabajo, y lo primero, cogías hora para analítica. Esperabas, te sacaban sangre, y ya podías ir a desayunar. A la hora aproximadamente volvías, esperabas tus resultados, bien en consulta con la oncóloga, bien con la enfermera, y si todo estaba bien y tus defensas estaban bien, podían ponerte la quimioterapia y pedían a laboratorio mi tratamiento. (Si las defensas estaban bajas te mandaban a casa con tratamiento y tenías que esperar a la siguiente sesión). Tenías que esperar a ser llamada. Cuando salía tu número de paciente en consulta, entrabas a la sala que te tocaba. Te sentabas en un sillón y ahí con una vía a veces ya cogida cuando te sacaban sangre, otras veces te la cogían ahí, empezaban e enchufarte todo el tratamiento. El proceso variaba según la quimioterapia que me ponían, pero solía durar horas, un par de horas, tres, a veces más, a veces menos. Durante ese tiempo me llevaba para leer, para ver alguna película, o bien “enredaba” con el móvil. Mientras, mi madre, mi acompañante en todo momento durante toda la enfermedad, mi todo, la persona a la que nunca podré agradecerle más todo lo que me ayudó y ayuda, y la persona que olvido a veces que fue la que peor lo pasó. Imagino que como madre ver a tu hija así, ver a tu hija enferma de cáncer, es una de las cosas más duras que puede enfrentarse una madre.

Mi madre esperaba en la sala de espera, con su libro, daba igual las horas que fueran, ahí estaba, para cuando yo saliera, estar ahí. Y mi padre, era el que hacía de “taxista”. Nos llevaba y traía siempre, las veces que fuesen necesarias. Iba y venía, acudía en cuanto le llamábamos. Aunque de manera diferente, también sé que fue duro para él. No lo expresaba tanto, pero la procesión va por dentro, y fue un pilar muy importante para mí también. Sé que es más reservado y le cuesta expresar más los sentimientos. Pero no dejaba de ser su hija, una hija con cáncer.

Este proceso duró 6 meses, con sesiones semanales tres meses y sesiones cada 21 días otros tres meses.

Y voy a los efectos secundarios. El peor sin duda por muy superficial que suene fue la pérdida de pelo. Sí, para mí de lo más duro del proceso.

Incluso más que el hecho de que me amputen el pecho. Desde que te dicen que vas a perder el pelo, tienes que pasar por varios procesos, primero salir del estado de shock que eso te provoca, y empiezas a aturullarte sin saber qué narices hacer. A veces piensas que igual a ti no se te cae…empiezas a leer por internet cómo evitarlo, pruebasy compras mil productos a la desesperada, sin importarte que sean productos caros que no van a evitar que se te caiga, pero tú te fías, lo pruebas, lo intentas. El tiempo va en contra y hay que decidir qué hacer. Me compro mil pañuelos, turbantes…pero eso no es lo que quiero. Empiezo a mirar pelucas, modelos, tipos, me agobio, mucho. No quiero una peluca, no quiero que se me caiga el pelo. Finalmente, encuentro una opción que me puede encajar más, la prótesis capilar. Te hacen una peluca a tu medida, con tu mismo color, con tu mismo corte, y esta prótesis va adherida a la cabeza para no tener que quitártela más que para lavarla y así no tener que verte calva. Era lo que mejor me parecía, aún y todo dudaba siempre. ¿Será bueno que se pegue a la cabeza? Lees de todo. Igual luego no me vuelve a salir el pelo. Por no hablar del gasto económico tan grande que supone, la prótesis, y luego acudir a menudo para que la prótesis sea limpiada y tratada con productos para que dure y se vea lo más natural posible. Esta época, desde el día que fui a raparme y a ponerme la prótesis, hasta que me la pude quitar, fue sin duda, el más duro que viví. Emocionalmente me hundió totalmente.

Otro efecto secundario de la quimioterapia fue una flebitis en la vena. Eso produce bastante dolor y ya no puede ser utilizada, por lo que tuvieron que ponerme un PIC, un catéter externo que va directo a la vena cava del corazón. El proceso de ponerlo es complicadillo e incómodo, pero no peor que la incomodidad de llevar ese catéter. Estaba puesto en mi brazo izquierdo, en la parte interna, cerca de la axila.

Tenía que llevarlo tapado con una especie de brazalete y tener unos cuidados para evitar infecciones. Ahora me meterían la quimio por ahí, y aunque en teoría no iban a volver a pincharme ya que lo usarían también para hacer las analíticas, no era así, cuando las enfermeras iban con prisa me pinchaban para sacar sangre. He de decir que te sientes un auténtico colador, y que si antes tenías pánico a las agujas (no era mi caso) más te valía que desapareciese el pánico.

El resto de efectos producidos por la quimioterapia eran cansancio extremo, malestar, ardor de estómago, depresión, cambio en los sabores de los alimentos….eran muchos y variados, aunque no siempre los tenía.

Recuerdo en una de las sesiones, a los dos días, estar bastante mal, encontrarme fatal, y pegarme 4 días sin salir de la cama, sin apetito, sin ganas de nada, con un gran malestar y sin poder parar de llorar.

Otras consecuencias de la quimioterapia eran las bajadas de defensas. Tuve que acudir en dos ocasiones a urgencias por fiebre. Te lo dicen, si tienes 38 de temperatura o más, hay que ir a urgencias. En ninguna de las ocasiones tuvieron que hospitalizarme pero sí me pegué muchas horas en vigilancia y haciéndome pruebas.

Pero en general, durante los meses de quimioterapia yo estaba muy activa. Me pegaba horas haciendo senderismo, moviéndome. Tenía mucha energía a pesar de todo, y siempre intentaba hacer cosas para estar distraída y no pensar. No dejé de salir con mis amigas, de ir a conciertos, a comidas, siempre y cuando el cuerpo me lo permitiera. He de dar gracias también a mis amigas, que lo han sido todo, que me han apoyado muchísimo. Que siempre estaban pendientes y a mi lado. Que importante es eso y cuánto se valora en esos momentos.

Y llega el día en que es tu última sesión de quimioterapia, y no te lo crees. Ahora sólo esperas que el pelo te crezca rápido. Aún y todo, sigo con otro tipo de tratamiento, de terapia, por lo que las visitas al hospital no van a parar. Con este otro tratamiento, al afectar a nivel cardíaco, tengo que realizarme controles eco-cardiográficos para ver que todo esté bien y poder continuar. Este tratamiento, si mal no recuerdo, era de un año, y lo empecé antes de terminar la quimioterapia. Y tenía que continuarlo hasta hacer el año.

Y una vez que terminé con todo esto, sería el momento de empezar la toma del tamoxifeno, tan conocido y tan indeseado. Una pastilla oral diaria durante 5-10 años. Un tratamiento hormonal para evitar la recaída del cáncer (ya que mi cáncer era hormonal). Este tratamiento tiene infinidad de efectos secundarios, y es el que me impide poder ser madre. Si quisiera serlo, tendría que dejarlo, con el riesgo que ello supone. A día de hoy, llevo 3 años con el tamoxifeno, tengo 40 años y no sé si algún día tendré el valor de dejar el tratamiento, cruzar dedos e intentar tener un hijo. O si me olvido de ser madre.

Aparte del tamoxifeno, me ponen un implante mensual que me provoca la menopausia. La duración de este tratamiento la desconozco. Creo que durará lo mismo que dure el tamoxifeno.

Por el alto riesgo a padecer un tumor de útero por el tamoxifeno, tienen que realizarme controles anuales en ginecología, muy importantes y necesarios.

Sobre el tema de mi mastectomía, en cuanto se pudo, empezaron a llenarme el expansor. Introducen por la válvula suero, para ir llenándolo, y así ir expandiendo la piel, para poder realizar posteriormente la cirugía de reconstrucción. Este proceso fue duro también, y largo. Muchas visitas a la consulta de mi médico plástico (el cual quiero nombrar, porque fue y es el mejor médico que he tenido en todo el proceso, el que me ha tratado con mucho cariño, con tanta dulzura y educación, que me ha hecho sentir bien en todo momento, por no hablar del trabajazo que ha realizado. Mi médico Alberto Irigaray, un profesional como la copa de un pino y que he tenido el privilegio de poder ser su paciente). Al final llegó el día de la cirugía de reconstrucción. Cirugía dura también, pero he de decir que muy deseada y esperada, por lo que todo lo malo quedaba en un segundo plano. Estaba ilusionada y feliz.

Aunque todo no termina aquí, tuve que pasar dos veces más por quirófano. Para mejorar el aspecto, porque la prótesis se me había girado y para terminar la reconstrucción con el pezón y areola. Todo este proceso se alargó unos años. La cirugía de amputación del pecho se realizó a finales de 2018, y la última cirugía de reconstrucción del pezón fue a finales del 2021.

A día de hoy, sigo con mi tratamiento oral diario, mis implantes mensuales. Revisiones en ginecología, revisiones con mi médico plástico, revisiones con mi cirujana, revisiones con mi oncóloga, mamografía y ecografía de control (aunque he de decir que todas estas revisiones están siendo retrasada, y mucho, desde el covid. Con retrasos de casi un año, y aun esperando a pesar de las reclamaciones que pongo)

¿Y como estoy a día de hoy? Feliz, porque estoy curada. Ha sido un proceso horrible, durísimo, pero ha merecido la pena para poder decir que ya no tengo cáncer. Pero todo esto me ha dejado muchas secuelas. Las físicas, evidentes, por los efectos secundarios del tratamiento que tomo, por las cirugías, la amputación del pecho y la extracción de los ganglios, mi brazo ha perdido fuerza, sensibilidad, tengo hormigueos constantes, mucho dolor y no puedo realizar mi trabajo igual. Eso me repercute en muchas cosas, forzar el brazo, la mano, la espalda ha terminado en túnel carpiano, epicondilitis, contracturas varias, dolor cervical, lumbar.

Y a nivel psicológico, lo peor. La gente te ve recuperada, y no entiende que tú ya no eres la misma, ni lo vas a ser. El proceso que se vive no sólo te afecta en el momento, sino para siempre.

Yo vivo con la angustia constante por mucho que intente evitarlo de que me vuelva a pasar, de tener que pasar por lo mismo otra vez, pero que esta vez no

puedan curarme, que sea tarde. He vivido dos casos relativamente cercanos de cáncer de mamá metastásico, en ambos casos, han terminado muriendo, después de años de lucha, sabiendo que no podían curarse, sabiendo cual va a ser el final. Creo que es de lo más duro que puede pasarte. Eso hace que me sienta afortunada de poder haber tenido la oportunidad de curarme. Pero vivo con miedo de que la próxima vez no sea así.

Tengo temporadas mejores, otras muy malas, en las que todo me afecta, en las que me siento muy deprimida, siento que no soy yo. Me hundo, pero intento salir a flote lo antes posible. Sigo necesitando la ayuda de mi psicóloga, sigo necesitando tomar ansiolíticos para dormir y sigo hundiéndome en muchas ocasiones, más de las que me gustarían.

No quiero dejar de nombrar a las personitas que más hacían que yo tirara para adelante, que me daban la vida, que amo y quiero con locura. Mis sobrinos. Sus visitas eran un chute de alegría inmenso. Mis niños, no entendían mucho, sólo que su tía estaba malita. Iban a verme al hospital cuando podían (no viven en mi misma ciudad). Cuando empezó todo tenían 4 años. Son mi ilusión, mi alegría, mi motor.

Aparte, también quiero hacer mención especial que soy una apasionada de los animales. Me dedico a ellos trabajando en una clínica veterinaria. Y sí, mi casa está llena de animales. Animales que amo con locura, que me han acompañado en todo el proceso, me han ayudado, me han hecho sonreír. Me han obligado a salir, me han acompañado en todo momento. He visto como me miraban cuando estaba hundida, he vivido esos momentos en que intentaban animarme. Con esto quiero aprovechar para “denunciar” los casos de abandonos, debido a una mala información, más bien una desinformación. Me consta que hay médicos que incitan a abandonar a los animales por riesgos de infecciones. Y me consta que hay gente que sin ni siquiera informarse, directamente los abandona. Informaros, por favor. Son parte de nuestra familia. Los animales debidamente cuidados no van a hacer que enfermes por tenerlos a tu lado. Al revés, te van a ayudar mucho más de lo que te imaginas. Yo salí adelante con 5 gatos y dos perras, fueron parte de mi terapia, y lo seguirán siendo siempre.

Mónica Prieto Rico                                                                                                    

P.D. Aprovecho para recomendaros un libro que ha sido publicado recientemente por una gran amiga y compañera de esta batalla. Es una guía para ayudar a las personas que acaban de ser diagnosticadas de cáncer de mama, para ellas y sus familias, porque te habla sobre la experiencia, da consejos, te guía en muchas ocasiones en las que te bloqueas y no sabes a quién pedir ayuda. Se titula Mi cáncer de mama (y el tuyo) en 19 preguntas, escrito por Marisol Artica Zurano.